Fernando Vázquez se pasó dos meses anunciando que la primera versión de su Deportivo no iba a ser la definitiva. Como excusándose. Casi con desprecio hacia una fórmula que dio vida a un grupo hundido. No se puede decir que no fuera honesto, de todas formas. Lo hizo cuando lo ganaba todo y cuando ya no vencía, por lo que las ganas de ver esa segunda evolución de los blanquiazules fue creciendo incluso durante el confinamiento. La idea de que los fichajes invernales de campanillas iban a dar el salto de calidad necesario para tener un final de curso tranquilo fue calando. Hoy, cuatro días después de que se reanudara la competición, el técnico de Castrofeito es el primero que sabe que eligió el camino equivocado.
Por ahí no era, Fernando. Muchas veces los entrenadores perjudican a sus equipos por encorsetar demasiado a sus jugadores. Al Dépor le está pasando todo lo contrario. Una plantilla que mira todas las noches debajo de la cama por si regresan los fantasmas de diciembre no está preparada para que le pidan imponerse con la pelota. El contexto empequeñece hasta a los mejores jugadores de un grupo al que lo único que le sobra es miedo.
Hay miedo para dar un pase en vertical que tenga un mínimo de dificultad. Hay miedo para dejar de esconderse entre los rivales y darle soluciones al compañero. Y al que tiene valentía, como el caso de Çolak, le falta todo lo demás. El turco participó bastante en el Tartiere, pero lo hizo con escaso sentido. Y lo que es peor, con menos actitud. Más allá del penalti fallado, la cantidad de balones perdidos, muchos en campo propio, denotan una falta de responsabilidad tan peligrosa como la de acierto.
Sin red
Este pánico inherente a la delicada situación clasificatoria se multiplica cuando en el mismo césped eres consciente de que no tienes a nadie que te guarde las espaldas. Es más, cuando tienes al enemigo en casa. Si repasamos las ocasiones que han creado el Sporting y el Oviedo en los últimos dos partidos, Abdoulaye Ba ha sido cooperador necesario en prácticamente todas ellas. Ir sin red bloquea todavía más piernas y cabeza. Ni siquiera el empate sirvió de chispa. El equipo ya había anunciado retirada por temor a perder el punto que tan lejano había parecido en la primera parte.
Vázquez se ha equivocado. Ha sobrevalorado las capacidades de los suyos y él mismo lo reconoció tras el encuentro: «Hay un debate entre el equipo y yo, digamos. Yo pienso que debería funcionar y no funciona». Habla el técnico en sentido figurado cuando se refiere al debate, pero lo que está claro es que debe elegir otro camino cuanto antes. Y no tiene que ver tanto con el cambio de sistema. De una línea de cinco o una línea de cuatro. Tiene que ver con darle las armas adecuadas para este momento a unos jugadores que se sienten mucho más cómodos en una guerra de trincheras que saliendo a batallar a campo abierto.