No importan los condicionantes externos. No importan las bajas. No importa que durante toda la semana se hablara más de silbatos que de pelotas. El Deportivo, en Riazor, aplasta. Y lo hace sin importar tampoco las piezas que Natxo González ponga sobre el tablero. Seguramente, el mayor logro del técnico hasta el momento haya sido conjuntar en tiempo récord una estructura cuyo funcionamiento no se resiente por el intercambio de nombres. No ha requerido casi adaptación ni parece necesitarla sobre la marcha. Un Dépor ‘plug and play’.
Cuatro cambios introdujo el entrenador blanquiazul para el duelo con el Reus. Dos de ellos obligados y otros dos por iniciativa propia. Todos fueron decisivos. Empezando por Pedro Sánchez. Después de numerosos palos en forma de grada, el alicantino aprovechó la primera zanahoria en semanas para avisar de que él también cuenta. Justo en el mejor momento de Carles Gil, entró y lo primero que hizo fue romper la zaga catalana con un toque sutil. Una ‘preasistencia’ que habilitó a Quique González para el pase de la muerte a Carlos, encargado de culminar una brillante jugada colectiva cuando no había transcurrido ni un minuto de juego.
Igual de importante desde el pitido inicial fue Edu Expósito. Otro que no necesita preliminares. Como todo fabrilista que se precie, al centrocampista le está tocando hacer el doble de méritos para consolidarse en el once. Le falta continuidad en las alineaciones, pero no en el juego. Desde aquella media hora ante el Granada no ha parado de crecer y este sábado replicó lo que Natxo debe de tener guardado en la hemeroteca como el partido redondo de un interior en su centro del campo. Robó todo balón que pasó por su lado y siempre lo entregó rápido y limpio a un compañero. Incluso se asomó varias veces al balcón del área para disparar a puerta.
Y el mismo mérito tendrá el entrenador en que un central que apenas lleva dos meses en A Coruña se comporte como un auténtico capo durante su primera titularidad en Riazor. Como buen defensor italiano, a Somma le gusta mandar. No lo disimuló. Fue determinante cuando el equipo se puso en ventaja. En el corte, pero también en la confección. Se temía que la baja de Marí afectara a la salida de balón. No con Michele sobre el verde. Gesticuló y lo pidió como cualquier centrocampista y se mostró elegante y tranquilo, incluso demasiado, con el esférico en los pies.
Con una orquesta tan afinada, la mayor amenaza es propia: la relajación. También dejó de eso el Dépor, que después de ahogar a su rival durante los primeros 20 minutos se dedicó a sestear. La buena noticia es que, a diferencia de hace una semana en el Arcángel, lo hizo con el balón. Pero carecieron los deportivistas de instinto asesino e incluso se gustaron en exceso por momentos. Contribuyó a eso el segundo tanto nada más regresar de los vestuarios, con Pedro Sánchez poniendo la guinda a su primera gran noche en A Coruña tras una asistencia de Vicente Gómez. Siguió faltando colmillo para evitar que la presa se revolviera. También refresco, con una cuestionable gestión desde el banquillo, sin cambios hasta más allá del minuto 80.
El Reus pudo complicar el tramo final, pero lo evitó su falta de acierto y la enésima muestra de que en el Dépor todos están enchufados y listos para funcionar: el paradón de un Dani Giménez que apenas había tenido que intervenir en toda la tarde.