«El jugador vasco siempre ha dado el callo en A Coruña y allí ha sido querido. Por eso, nos sentimos muy cercanos a la ciudad», explica ‘Yosu’. Ahora entrena a los porteros del Eibar, pero en su día ocupó la meta del Deportivo. Josu Anuzita fue otro de los diversos viajeros que hicieron la maleta desde Sestao para recalar en Riazor a finales de los 80. La misma ruta que realizó Jon Aspiazu, ahora segundo de Ernesto Valverde en el Barcelona. La misma que Sabin Bilbao, que echó raíces, se casó y vive en la urbe herculina desde hace más de 20 años.
Todos ellos fueron partícipes del ascenso a Primera más sufrido del Deportivo en su historia. El retorno se le atragantó durante 18 años. Otra época. Otro contexto. Pero una categoría igual de fatídica. Aspiazu llegó en 1987. Fue el primero de los tres en desembarcar en Galicia. Recuerda el palo inmediato que supuso la muerte de Sagarzazu, quizá el preludio de todo lo que llegó después: «Tras aquello, el equipo estuvo desconectado. Casi anestesiado. La noticia nos produjo mucho impacto y eso nos llevó a ser irregulares. Sucedieron muchas cosas: había problemas económicos, los pagos… Fue una temporada muy dura».
El gol de Vicente, ya con Arsenio en el banquillo, salvó a la entidad de un destino funesto. Aspiazu alude a la estabilidad deportiva como la clave de la progresión que experimentó el Deportivo después. No hubo un giro interno drástico. Sí de cara al exterior. «Con Lendoiro, parece que aquello se agitó. Los socios aumentaron de golpe con su campaña y todo el mundo se juntó en torno al Deportivo», analiza Jon. La escalada llevó el ADN del club. «Siempre pasaba algo», explica el técnico azulgrana. Se tropezó en Tenerife, cuando, a priori, no estaban en la quiniela de favoritos a subir. Aspiazu opina que aún había carencias: «No parecíamos un equipo candidato para luchar por el ascenso. Pero al año siguiente, a base de trabajo y algunos jugadores de talento, nos fuimos haciendo a la categoría y lo logramos».
«Pareces Curro Jiménez con esas patillas. ¿A dónde vas con eso?»
‘Yosu’, inquilino de la portería el año del retorno, mira hacia el vestuario para explicar por qué se consiguió. Y ahí, ahonda en la figura de Arsenio. «Era como el pastor del rebaño. Nuestro padre. Mantenía la calma en los malos momentos, y al jugador le hacía estar con los pies en la tierra. Nadie era más que otro». Mendilibar, también en el Sestao, estuvo a punto de acompañarle en su aventura, pero escogió estar cerca de su familia. «Lo tenía apalabrado con Lendoiro, pero faltaba la firma y en el último momento se echó atrás. Creo que no quería llevarles tan lejos de casa», rememora.
Aspiazu coincide con Arsenio en el porqué de ese trasvase de futbolistas desde el País Vasco en dirección a Galicia: «Éramos profesionales, obedientes, jugadores que se integran bien en los grupos. Y eso da estabilidad a las plantillas. En líneas generales, creo que dimos un buen rendimiento». No se alteraba en exceso el arteixán, que solo miraba de soslayo las nuevas estéticas de los jugadores. «A Peio Uralde lo vacilaba, porque le gustaba el pelo largo y una zamarra de cuero. Y en aquella época tampoco se llevaban unas patillas largas como las mías. Y me dijo: «Pero si pareces Curro Jiménez con esas patillas. ¿A dónde vas con eso?». Era muy campechano, pero también hacía su trabajo en condiciones», recalca ‘Yosu’.
«Decían que era un entrenador defensivo, pero los resultados están ahí», zanja Sabin. El zaguero vasco recuerda que, si perdían, no era amigo de irse de cena y menos aún de juerga. También que, con Arsenio, las derrotas se relativizaban. Aspiazu ve incluso ciertas similitudes con su ahora compañero de banquillos: «Buscando un parangón, lo hago con Ernesto. Era un hombre tranquilo, sosegado. Ambos hacen análisis de todo lo que ocurre, sacan conclusiones y no se dejan llevar por euforia o abatimiento. Saben que esto es un juego donde se gana y se pierde. Es verdad que, en el Barcelona, cualquier resultado tiene una trascendencia brutal y aquel Dépor un equipo mucho más humilde. Pero los entrenadores sí se parecían en eso: en no dejarse llevar por las primeras reacciones».
«El dinero de las televisiones hace más competitivos a equipos humildes»
Sobre el papel, hay cosas de la Segunda de entonces que apenas han cambiado. Sabin aún lo percibe en la técnica, en la velocidad del juego, hasta en algunos balones en largo. La disputa gira en torno a minimizar errores. Aspiazu y ‘Yosu’ ven un matiz: el dinero de las televisiones ha llevado a la categoría a ser más agresiva. «La posibilidad de llegar a Primera División, tal y como está ahora la economía de los clubes, te permite liquidar deuda e ir asentándote», detalla el primero. El entrenador de porteros del Eibar relata una experiencia muy cercana, la de su propio club: «Los contratos televisivos han hecho más competitivos a equipos humildes, así que la exigencia ha crecido, y eso lo hace más complicado».
Ahí está el otro reto del Deportivo, histórico con la soga financiera aún apretada y un debe muy reciente sobre el césped. ‘Yosu’, que revive con añoranza los comentarios de apoyo que recibía por la calle cuando perdían, receta «paciencia». Quizá podría parecer una contradicción si se atiende a las urgencias del club, pero Sabin concuerda en que, a veces, con el escudo no basta. Aspiazu describe que «todo se resuelve por pequeños detalles» y «los equipos tienen procesos de subir y bajar el pistón». Que entre el sueño de regresar y el logro real hay muchas curvas. Y ese recorrido, con suerte, deja la felicidad para el último tramo.
«El factor humano hace mucho para conseguir objetivos. Había buen ambiente en el vestuario y por eso se consiguió», determina Anuzita. Sabin, que acaba de llegar en autobús desde Cambre a su panadería en Juan Flórez, deja otra pauta a anotar: «Ascender cuesta mucho, pero, de los jugadores que estábamos aquel año, varios no habíamos jugado en Primera en nuestra vida. Fue un mérito de todos».