Ni 15 días ha podido aguantar Arturo Patiño sin mandarnos un nuevo texto. En él habla de unas declaraciones de un delantero deportivista en una reciente entrevista en La Voz de Galicia.
Para que no se me pueda tachar de ventajista y a riesgo de comerme enteritas estas líneas, escribo esto diez horas antes de que arranque el partido contra el Getafe y cuando faltan 28 partidos para que acabe la Liga. Ya sé que es horario laboral pero públicamente, es decir, en medio de la oficina, para que mis compañeros se enteren, le he dicho a mi jefe que acabar mi trabajo “es un complemento”. Yo ayudo en todas las tareas, pero acabar el trabajo…
Allá por 1990 se me ocurrió provocar este titular en una entrevista: “Quiero que la gente se canse de verme marcar goles”. Que atrevido y que bronca me comí de mi padre, llamándome de todo y avisándome de que eso quedaba escrito y había que cumplirlo. Nueve meses después, ese parto terminó con el primer ascenso a 2ªB en la historia del Fabril y 33 goles en mi cuenta. Cierto que la juventud es atrevida e inconsciente, y que a mi favor tenía el saber que andaba como un tiro y que teníamos un equipazo, pero mi obligación y responsabilidad era terminar el trabajo de mis compañeros y no quería mirar para otro lado.
O el fútbol ha cambiado demasiado o es que yo me quedé en los tiempos en los que llevar el “9” a la espalda tenía como complemento, eso sí, directo directísimo, la obligación de ver a la afición celebrando el gol.
Así, a bote pronto, se me ocurre una buena nómina de nueves, cada uno con su estilo, a los que no me imagino abandonando la responsabilidad del gol y tildandola de “complemento”, a los dos meses de enfundarse la casaca blanquiazul. Un tal Peio Uralde que complementó de forma directa, porque rara vez necesitaba dos toques para hacerlo, su trabajo 112 veces. Un tal Bebeto que a su técnica y velocidad en el control le añadió 86 complementos directos a la red. Un tal Claudio Barragán, y este si que es el ejemplo perfecto, que además de partirse la cara complementó sus 4 temporadas con el 9 blanquiazul a la espalda con 46 trabajos acabados. Un tal Roy Makaay que en su paso por España transformó pases en asistencias gracias a 100 complementos.
Separo en un punto y aparte a un tal Diego Tristán, porque lucía el nueve pero sus complementos llegaban según su arte, y hablar de artistas termina en callejones sin salida. O los amas o los odias.
Que el gol es un complemento lo pueden decir los centrocampistas más o menos ofensivos o los defensas que culminan acciones a balón parado, eso sí que es un plus a su trabajo y un beneficio incalculable para su equipo, pero para un nueve los goles deberían de ser como el valor en los tiempos de paz en la mili… “se le suponen”.
Y lo peor de todo es la imagen que queda después de esas afirmaciones. Una imagen de ponerse de perfil para que la responsabilidad de meter la pelotita en la portería no te pase por encima. Eso, cuando el gol vale su peso en oro dada la igualdad con los equipos de tu Liga, no es de recibo.