Regresan las columnas de Dani Cancela, ex del Dépor y futbolista coruñés, enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década y ahora de vuelta en A Coruña para recuperarse de una lesión. En su nuevo serial ‘Fuera de la burbuja’, nos cuenta sus sensaciones antes de la final del playoff por el ascenso contra el Albacete.
Tres días para una final
Casi todas las películas tienen en algún momento un giro de guión. Algunos los ves venir a leguas, y otros te dejan con la boca abierta. Y cuando el consejo de administración decidió no renovar a Rubén de la Barrera y el coruñés puso rumbo a Albacete, pocos dudaban de que en caso de no ascender de forma directa ambos se volverían a encontrar en el camino. Y aquí estamos, a tres días de una final y con el que se suponía que tenía que traernos hasta aquí, sentado en el banquillo visitante.
Riazor se vistió con sus mejores galas. Es difícil de explicar si no eres de aquí cómo es posible que un partido de la tercera categoría concite ya no tanta gente sino tanta pasión. Pero la respuesta es sencilla: la gente siente al Dépor, quiere al Dépor y este sentimiento entiende muy poco de categorías. El objetivo era gozar con el equipo, disfrutar con el equipo y llevarlo en volandas hacia la final.
Pero para llegar a la final hubo que ganar al Linares, y el resultado, incontestable, no puede ocultar el hecho de que hasta el gol de penalti de Quiles, el que estuvo más cerca de ponerse por delante fue el equipo andaluz. Lo hizo en dos remates de Etxaniz a los que Ian (le ponen este tipo de partidos y se nota) respondió brillantemente, y en otra jugada en la que el propio delantero vasco tiró desde fuera del área cuando tenía un dos para uno claro contra Lapeña.
Todas las ocasiones visitantes se iniciaban en la mala circulación de balón del Dépor. Quiles apenas participaba y era Barbosa el lateral profundo que debía ser Antoñito. Carnicer aparecía por cualquier sitio generando superioridades y el Linares penalizaba cada pérdida. Álex y Juergen estaban espesos con balón, y solo Héctor con sus subidas y Villares generaron cierto peligro. William estuvo activo pero, como en las últimas semanas, falto de acierto y de desborde. El brasileño si algo tiene bueno es eso, el desequilibrio, y cuando no es capaz de generarlo, poco o nada aporta al juego del equipo. Quizá su mejor aportación fue la tarjeta que vio al filo del descanso. Porque fue la excusa que necesitaba Borja para cambiarlo y poner a Mario. Y esa decisión cambió el choque.
Es cierto que empezó a cambiar ya un poco antes. Cuando el Linares no aprovechó las que tuvo y el Dépor poco a poco fue equilibrando el choque, y dio un giro radical con el penalti en el descuento. Quiles la quiso desde el principio, con personalidad y, sin sentir el peso de las veinticinco mil almas que contenían la respiración con su carrera, la puso en la esquina de la portería. Riazor respiraba tranquilo y el Linares empezaba a ver imposible la empresa.
Sin embargo fue Mario Soriano el que rompió el partido. Y lo hizo antes de marcar un gol magnífico en el que la defensa visitante quedó retratada. Con su entrada el Dépor por fin encontró la superioridad en el medio. Las posesiones se hicieron más largas, aparecieron las soluciones y la recuperación tras pérdida fue por fin efectiva. Y, por supuesto, el gol, que inclinó definitivamente el campo hacia la portería de Marathon, donde es mucho mas bonito celebrarlos. Lo disfrutó Mario, y se sumó a la fiesta Álex con un golazo que le hizo resarcirse de su mal primer tiempo. Hasta Quiles, que había marcado en la otra, quiso repetir. Tres golazos, tres sprints de todo el equipo desde el banquillo hasta el córner. Carreras de alegría y de liberación. De sentir que se puede, de saberse fuertes. De creer.
En tres días el ambiente será incluso mayor, pero el Dépor ya sabe que puede. Ya sabe que Riazor le ayuda, y mucho, y que tiene que aprovechar esos momentos en los que el campo se inclina y en los que al contrario, sea cual sea, salir del área les supone escalar el Everest. El Albacete vendrá a Riazor con personalidad, a apretar arriba, a tratar de robar alto, y el Deportivo del primer tiempo de Linares se va a encontrar con dificultades. Pero ya sabe que puede, y que no va a estar solo. El gol del ascenso lo puede marcar cualquiera de los treinta mil.