La falta de gol asola al Deportivo. 9 dianas en 11 partidos es el paupérrimo registro del equipo blanquiazul. Unos dígitos muy alejados de los que teóricamente debería manejar un conjunto que únicamente saldará la temporada como exitosa si logra el objetivo del ascenso.
Las dificultades para batir al meta rival son el mal endémico del cuadro deportivista, independientemente de si juega bien, mal o regular. Es un déficit que ha trascendido al juego. Porque primero, esa sequía fue pura cuestión de eficacia. Sobre todo en Riazor, el Dépor generaba pero no materializaba. Y el día que estaba afinado, sí resolvía. Que le pregunten sino al Lugo.
Pero esa falta de pegada hizo mella a la larga. Ante la ausencia de puntos, peor juego. Porque las victorias son el mejor nutriente para desarrollar confianza. Si a eso se le unen las lesiones y un esperado paso adelante de varios jugadores que todavía no ha llegado, el cóctel es casi letal. Imanol Idiakez, sin un jugador estructural como Iván Barbero y un elemento desequilibrante como Yeremay Hernández, tuvo que virar el rumbo. Tocaba reconstruir. Y así, lo que era un problema de acierto pasó a convertirse también en dificultades para generar situaciones de gol. De una cuestión de no saber resolver en el paso final, a no encontrar el camino para llegar a esa última instancia.
Una tarea que al principio no parecía tan compleja se convertía en un auténtico rompecabezas que potenciaba su dificultad por las prisas y la falta de recursos. Tanto que salvo momentos puntuales como la gran segunda parte ante el Nàstic, ha sido un problema sistemático para un Dépor que ha pasado de ser el equipo que más producía a nivel ofensivo a ver cómo ya son varios conjunto del Grupo 1 los que le han superado en términos de amenaza en ataque.
Los datos no engañan: más allá de que el Deportivo promedia únicamente 0,82 goles por partido, tan solo uno de sus tantos ha llegado a partir de una acción construida en fase ofensiva. Es decir, que el Dépor solo ha sido capaz de materializar una de sus jugadas de ataque posicional. Fue en Salamanca, ante Unionistas, en una acción cosida entre Pablo Vázquez, Villares y Hugo Rama que acabó con un pase en profundidad hacia la carrera de Paris que el lateral transformó en centro atrás. Allí apareció Valcarce, ante la hundida defensa rival, para colocar la pelota al palo contrario y hacer el definitivo empate.
Antes de aquel tanto llegaron los 3 de Lugo. Dos surgidos a partir de una transición ofensiva. El último, cristalizado tras un remate de José Ángel con el pie a balón parado. Precisamente ese balón parado es el que ha ido permitiendo al Dépor ir sumando.
Lo que debería ser un añadido fundamental y tremendamente valioso se ha convertido en la fórmula principal del equipo para hacer gol. Porque después de aquel tercer tanto en el Anxo Carro, el bloque herculino tiró de pizarra para marcar al Cornellà, al Fuenlabrada, a la Ponferradina y al Nàstic. Entre medias, un único tanto en juego dinámico: en Sabadell. La diana no surgió de una jugada construida con mayor o menor paciencia por el Deportivo, sino de un robo alto de Villares que Martín Ochoa facturó.
El Deportivo, a menos
De este modo, en su haber tiene la escuadra coruñesa el hecho de que ha ido recolectando puntos gracias al contraataque y a la pizarra de Imanol Idiakez y su staff. Pero en su debe está su cada vez más evidentes dificultades para generar.
Repasando, los cuatro partidos en los que el equipo produjo un menor volumen de ocasiones fueron a domicilio. Encabeza esta lista el choque Unionistas, en la cuarta jornada, en el que el equipo chutó 9 veces. Pero ya frente a la Ponferradina, Nàstic y Real Unión, sus tres últimas salidas, las cifras son mucho peores. En El Toralín, con uno menos todo el partido, la cifra de remates fue de 6. Frente al Sabadell se quedó en 5, aunque amparado en el paraguas del tempranero gol. Y contra el Real Unión, el número de disparos únicamente fue de 6. A pesar de tener que ir al ataque y estar en igualdad numérica.
Son, en definitiva, datos muy pobres que, más allá de las circunstancias de cada encuentro, no tienen nada que ver con las primeras salidas. Y se recalca si vamos a los goles esperados (xG), que miden la probabilidad -previa al tiro- de que cada una de las ocasiones generadas acabe en gol. 0,57 en Ponferrada, 0,48 en Sabadell y 0,39 en Irún. La única otra vez que el Deportivo se quedó por debajo del gol esperado fue en el Reina Sofía, aunque su acumulación de llegadas fue superior y eso le hizo firmar unos xG de 0,87.
De hecho, como se puede ver en el gráfico superior, el Deportivo ya ha completado 5 encuentros en los que los su expectativa de gol ha sido inferior a los tantos finalmente anotados: Lugo, Unionistas, Ponferradina, Sabadell y Nàstic. Tres de esos encuentros se han disputado en el último mes, otro argumento que incide en esa tendencia que encorseta el problema en un descenso en la producción, con Fuenlabrada como punto de inflexión.
Porque una semana después del accidente del Fernando Torres, el equipo se midió al Celta Fortuna. Aquel día, apenas superó el gol esperado (1,13 xG, siempre según el modelo predictivo de Wyscout) a pesar de jugar en casa y tener que remontar. De hecho, más allá de acciones a pelota quieta, solo se recuerda la oportunidad de Ochoa, que no pudo embocar un centro-chut de Paris. No hubo pegada, cierto. Pero lo que faltaron, sobre todo, fueron ideas.
Ahora, con un nuevo choque al calor del hogar ya en el horizonte (sábado 19:00 horas, contra la SD Logroñés), está por ver en qué se queda el arreón ante el Nàstic, que permitió al equipo no solo ganar, sino generar mucho en poco tiempo frente al líder. ¿Será la ruta ideal que el Dépor debe volver a encontrar o se quedará en un simple espejismo?