El Deportivo se marcha al parón navideño a una distancia considerable de la permanencia, pero con la moral por las nubes después de su agónica victoria ante el Tenerife. Agónica, sufrida en exceso y que supuso una liberación para la plantilla, de la que parte todavía no sabía lo que era ganar como blanquiazul. El triunfo puede haber prendido esa llama de la que tanto habla Luis César, pero, y valiéndome de otra de las múltiples referencias del técnico arousano, no conviene que compremos totalmente lo que, al menos de momento, no pasa de ser una ‘mentira creíble’.
Porque el Dépor fue el Dépor de siempre ante el conjunto chicharrero. Tras una buena primera parte quedaba la duda de si era más mérito local o desastre visitante, algo que se resolvió justo después del descanso. El miedo atenazó de nuevo al conjunto herculino, que no tuvo respuesta a poco que los de Baraja se lo creyeron. Esos 45 minutos de dominio basado en la presión y el juego directo se diluyeron entre el embarrado césped de Riazor.
Los jugadores no tuvieron respuesta emocional ni la recibieron táctica desde el banquillo. Porque Luis César continuó con el piloto automático fijándose en los de arriba, cuando Peru y Vicente pedían a gritos la ayuda de Bergantiños. Para cuando el coruñés saltó al campo, Malbasic, Elliot y Dani Gómez ya habían tenido el empate mientras la zaga blanquiazul se derretía y obligaba a lucirse a Dani Giménez y el larguero.
La enésima calamidad de Montero, que sigue demostrando que no está preparado mentalmente para el fútbol profesional, y la redención de Peru Nolaskoain, el mejor de largo, cerraron el 2019 catastrófico para un Deportivo que exige cambios inmediatos.
De ahí que la victoria no deba alterar el guión previsto por la nueva directiva que pretende llegar con un entrenador bajo el brazo. Luis César ha tenido su momento y nada de lo visto el viernes en Riazor hace pensar que su primer triunfo haya llegado como consecuencia de una idea concreta, y si por una cuestión de pura estadística. Y, lo que es más importante, tampoco deja ningún indicio de que la inercia pueda mantenerse después de las uvas. Porque, perdonad al Grinch, pero el Dépor tiene todavía mucho alambre que recorrer y hace semanas que dejó atrás el último tramo con red.