Si estas líneas se estuviesen escribiendo el pasado mes de noviembre, el 0-0 entre Deportivo y Unionistas habría supuesto una decepción, sin duda, pero lo visto en el terreno de juego no habría dado más que lugar a la esperanza. El problema es que estamos a 1 de febrero y lo que significó es el sexto partido sin ganar (media liga), el cuarto sin marcar y una palada más de tierra a las opciones clasificatorias del conjunto blanquiazul.
Porque si hacemos el inocente ejercicio de aislar el duelo con el líder de todo contexto, un partido, sin más, posiblemente haya sido la mejor actuación del Dépor en lo que va de año. Sobre todo con balón, sobre todo en términos de continuidad. Unionistas no tenía ningún interés en la pelota y el equipo blanquiazul la tuvo mucho y bien. Llegando con facilidad a tres cuartos y poniendo a sus atacantes en ventaja con asiduidad. Escaso consuelo.
Uche Agbo y Keko demostraron estar varios pisos por encima de sus compañeros, incluso después de apenas haber jugado en mes y medio, y la circulación de balón fue mucho más rápida y fluida. Eso permitió también la gran puesta en escena de Raí, que se movió con criterio en el enganche y entendió perfectamente lo que pedía el partido. El Deportivo hizo suficiente para ganar al conjunto charro, incluso provocar dos penaltis que el árbitro no quiso ver. Pero la fortuna hace tiempo que le ha dado la espalda a este club.
Malas decisiones y ausencia de ellas
Al Dépor le faltó calidad en los últimos metros, aunque el principal problema fue la toma de decisiones, en la primera parte, y la ausencia de ellas en la segunda. Los protagonistas aquí son Lara y Rubén de la Barrera. El sevillano tuvo el partido soñado para un extremo. Con Borges, Keko y Valín dominando el costado derecho y atrayendo la atención de los rivales, las opciones que se le presentaron de uno contra uno fueron innumerables, pero apenas un par de acciones acabaron en algo positivo. Al equipo le falta maldad y determinación en el área y el menudo atacante es un buen ejemplo, eligiendo siempre lo opuesto a lo que pide la jugada.
La otra decepción de la tarde fue el técnico. Se puede entender su predilección por el «proceso» antes que «el resultado», pero su buen planteamiento para encontrar las debilidades del muro de Unionistas se quedó a medias por no atreverse a tocar nada tras el descanso. El equipo pedía cambios para meter la velocidad definitiva, pero no hubo nada. La primera sustitución llegó cuando quedaba menos de un cuarto hora para el final, ya con el equipo corto de gasolina.
Es obvio que De la Barrera está tratando de construir algo a largo plazo y no puede irse disgustado con lo mostrado ayer por el equipo. Pero si, en teoría, «a las cosas se las llama por su nombre y esto es una final», como apuntó en la previa, en la práctica no dio la sensación de que la victoria fuese la única opción.