El Deportivo recibió en Mallorca una bofetada más en forma de otro resultado negativo. Ya no es novedad en el último mes, aunque esta vez ha sido con sensaciones totalmente diferentes. Porque no fue este un tropiezo como el del Numancia o el Cerro del Espino. Ni siquiera como el varapalo del Carranza. En Son Moix, los de Natxo volvieron a Alcorcón y ese gran lunar en la temporada en el que el equipo se vio impotente. Tan cerca de puntuar y a la vez tan lejos.
El equipo coruñés ya no se reconoce cuando se mira en el espejo. Tocó fondo en un partido en el que quiso ser él mismo durante muchos minutos, pero para lo que ya no tiene voluntad, confianza ni precisión, y sí demasiado respeto por sus rivales. Esto último lo demostró el técnico con su decisión de sentar a David Simón para cerrar la banda con Bóveda. El problema es que el carril quedó inutilizado en ambos sentidos. Porque el equipo local lo tuvo clarísimo. Once hombres en cuarenta metros y una línea de seis en la frontal, con Merveil y Lago Junior convertidos en laterales. No es la primera vez que el Dépor se encuentra con este tipo de resistencia, la diferencia es que ahora no se atreve a derribarla.
Y no lo hace, en parte, porque hay jugadores que están en un momento de forma lejano al óptimo. Quique González y Vicente Gómez, dos de esos miembros del pasillo de seguridad, han perdido la chispa y son la perfecta muestra de lo que le ha ocurrido al equipo blanquiazul. Todo esto mientras que la sensación de fragilidad en defensa aumenta cada semana. Cualquier acercamiento le hace daño y eso agrava la sensación de inseguridad.
El Dépor se olvidó de competir tras el descanso, superado en todas las facetas, sorprendentemente también en el balón parado. El tanto del Mallorca llegó tras una cabalgada de Lago Junior y un trallazo a la escuadra, pero pudo hacerlo antes de no ser por Dani Giménez y el larguero. No hubo respuesta blanquiazul, apenas un par de balones colgados de los que el denostado Christian Santos casi saca petróleo. Pero esta vez no sonó la flauta como en Gran Canaria.
Natxo y varios jugadores apuntaron después del duelo la necesidad de reinventarse, al tiempo que el técnico aseguraba que «volveremos a ser el equipo que éramos». Bien haría en elegir esta segunda premisa, porque el Deportivo no necesita tanto hacer cosas nuevas, como volver a hacer las que lo llevaron a ser uno de los equipos más temidos de la categoría.