El Deportivo volvió a mostrar en Gran Canaria dos caras bien distintas en función de su situación en el marcador. Paciencia y dominio del escenario en la primera parte, con la balanza equilibrada, precipitación y prisas cuando la UD Las Palmas se puso por delante. No es la primera vez que le sucede algo así a los de Natxo González, que, salvo contadas excepciones, dejan de lado todo lo que los hace temibles al primer revés.
El conjunto coruñés todavía debe aprender a nadar a contracorriente y eso quedó más patente que nunca en la isla. Porque entre el equipo que se fue a los vestuarios al descanso y el que se vio sobre el césped tras el golazo de Galarreta, la única similitud eran los colores. Como si se resignara ante la injusticia de verse por detrás en el marcador después de ser mejor y disfrutar de dos buenas ocasiones en el primer tiempo.
Pedro Sánchez y Carlos no acertaron. Galarreta, sí. Esa es la única justicia que conoce el fútbol. Porque el Dépor tuvo 40 minutos para empatar el encuentro y nunca dio la sensación de poder hacerlo. Tuvo el balón, claro, pero dónde y cómo Las Palmas quiso. La autopista que Saúl, primero, y Caballo, después, tuvieron en la banda izquierda no fue casualidad, sino parte de la trampa canaria. Cada centro de los carrileros, que fueron muchos, los recibían Deivid y Cala con los brazos abiertos. Así han cimentado sus carreras en el fútbol profesional. Eso cuando no acababan bloqueados por el lateral rival. Faltó confianza a la hora de desequilibrar en banda, en parte porque no es su gran virtud, en parte por la precipitación de querer llegar antes en lugar de llegar mejor.
No hubo apenas combinaciones en tres cuartos de campo. No hubo apenas calma para mover a un rival que estaba perfectamente plantado una vez que Manolo Jiménez vio la luz en forma de lesión. La entrada de Tana por Rubén Castro le dio a Las Palmas la pausa necesaria para aguantar el balón en campo contrario, aunque la intención pocas veces era de ir a por él segundo.
Así se coció el empate. Entre la complacencia de los canarios y la fe deportivista. Porque Araujo se bastó él solo para someter a los dos centrales del Dépor como nunca en lo que va de curso. Pero el ‘chino’ fue demasiado lírico y dejó a medias varios contragolpes cuando el conjunto blanquiazul ya esperaba el golpe de gracia. Lo pagaron en el último suspiro, en el enésimo saque de esquina. No le había funcionado nada a Natxo y recurrió a la última página de su libro. Una de las clásicas. Peinada en el primer palo, remate de Domingos en el segundo y punto de oro para seguir sumando y, al mismo tiempo, seguir aprendiendo que cuando te arrastra la corriente, la mejor idea siempre es mantener la calma.