La rutina, esa costumbre adquirida de hacer las cosas de manera relativamente automática, puede ser buena o mala, según el cristal con el que se mire. Existe el riesgo de que una vida rutinaria se acabe convirtiendo en anodina. Pero, a la vez, en muchas ocasiones, no hay nada mejor que mantener una rutina como sinónimo de tranquilidad. En el entorno deportivista, acostumbrado al fango y en un constante sube-baja de emociones, se valora la tranquilidad. O, al menos, debería valorarse. Por eso, el rutinario triunfo del equipo en el Cerro del Espino, cristalizado en el Rayo Majadahonda 0-2 Deportivo, debería verse positivamente.
Porque no, el Dépor no firmó un partido brillante. No recuperó la electricidad con la que, por momentos, descoyuntó a sus rivales. Tampoco fue un bloque granítico sin grietas. Pero entre que sus pocas pero peligrosas concesiones no fueron aprovechadas por el rival y que aprovechó las debilidades del colista para generar tanto lo suficiente, acabó solventando el choque. Siempre a lomos de Yeremay Hernández. En un momento de cierta duda tras dos pobres empates ante Nàstic y Sabadell, el canario apareció para despejar las incógnitas y mantener el equilibrio en el ecosistema blanquiazul, a pesar de las bajas de Lucas y Mella.
Dos salidas
El Dépor se había atascado en ataque en los últimos dos encuentros e Imanol Idiakez buscó nuevas fórmulas para hacer daño al rival. Así, con pequeños ajustes, el equipo deportivista encontró otras vías para progresar en el juego desde atrás y amenazar.
El Rayo Majadahonda fue a buscar arriba al cuadro herculino. Y eso le dificultó los primeros pases pero, a la vez, le concedió espacio más arriba. Ante el 4-4-2 presionante del equipo majariego, el Dépor se estructuró con los dos mediocentros por dentro, cerca de los centrales y de Germán Parreño. Cinco futbolistas para atraer esas primeras líneas del rival y encontrar a sus espaldas el pase clave para avanzar.
El Deportivo venía dejando muy abajo tanto a Ximo como a Balenziaga, pero eso terminaba por dejar al bloque sin referencias por delante de balón. En el Cerro del Espino, la cosa cambió. En este sentido, fue clave la banda derecha, carril que el equipo buscó una y otra vez cada vez que trató de salir asociándose con pases menos divididos.

Al contrario que sucedió ante el Sabadell, Davo no partió pegado a banda, sino que ejerció como ‘falso’ extremo para convertirse en un segundo punta muy móvil. La ausencia de una referencia ofensiva en amplitud como sí es Mella ayudó a que Ximo Navarro ganase metros sin pisarse con nadie y fuese el encargado de recibir una y otra vez entre extremo y lateral rivales. Muy a la espalda del primero, encargado de ir a apretar arriba junto a los dos puntas y de cerrar por dentro, muy lejos del defensor, fijado por la buena ubicación de Davo.
La buena interpretación del Dépor para juntar pases hasta que el rival le saltase de verdad, unida al posicionamiento de sus futbolistas en el carril diestro fue clave para que el equipo pudiese progresar sin la necesidad de encontrar pases filtrados una y otra vez a sus mediapuntas.
Pero a mayores, el conjunto coruñés tuvo otra salida: el balón directo. Porque es presión alta del Rayo Majadahonda, como decimos, le otorgaba al Deportivo no solo espacios lejos de Parreño, sino también situaciones cercanas a la igualdad numérica.

Supo aprovechar esa circunstancia el equipo amarillo con Davo muy cerca de Barbero para las disputas y segundos balones, pero también un Hugo Rama pendiente de aparecer desde atrás o un Yeremay que, en ocasiones también se juntó a los dos puntas y en otras se alejó en la banda para fijar al lateral -evitando ayudas defensivas- y ejercer como referencia alejada para recibir y encarar. De hecho, en una de esas acciones, llegó el 0-1. Balón aéreo entre Davo y Arnedo que el medio no despeja y caza el asturiano, balón a banda y uno para uno de Peke con tiempo y espacio: penalti y ‘panenkazo’.
Haz lo que quieras
Con estas dos salidas evidentes, el Deportivo no solo logró progresar con más facilidad, sino que también encontró un atajo hacia la meta de Sarr, como se demostró en el 0-1. Pero más allá de esas vías, el equipo deportivista logró encontrar cierta fluidez en campo contrario gracias a su dinamismo con pelota y a la escasa oposición del Rayo.

Porque el conjunto que dirigía Erice era igual de agresivo para presionar alto como contemplativo una vez el Dépor se asentaba en campo rival. Ahí priorizaba no desestructurarse, pero lo que acaba sucediendo es que permitía al Deportivo jugar a sus anchas. Mientras las ayudas de Nàstic o Sabadell impidieron a Yeremay, Lucas o Mella recibir cómodos, en Majadahonda el canario o Hugo Rama tenían tiempo y espacio para recoger los pases de sus compañeros y girar si era preciso.
Reguera y Arnedo, el doble pivote local estaba tan solo como superado. Algo que, unida a la movilidad deportivista, terminó por descuajeringar a un Rayo muy poco agresivo. Siempre mirando más que entrando. Siempre permitiendo, apenas encimando. No lo aprovechó Rama, que pese a su buen encuentro encadenó malas tomas de decisiones a la hora de perfilarse o rematar que le hicieron desaprovechar ventajas. Pero sí lo hizo Yeremay, que cada vez que recibió por dentro o por fuera causó el terror ante la pasividad local.

Así, entre las acciones del ’10’ y las asociaciones del equipo por un carril derecho en el que Ximo, Villares, Rama y Davo se repartían pasillos, alturas y movimientos complementarios, el Dépor fue controlando el partido con solvencia. Solo la falta de acierto en las últimas o penúltimas acciones evitó un marcador mayor antes del Rayo Majadahonda 0-2 Deportivo de Yeremay, una demostración tan grande de su descomunal talento como de los déficits del Rayo.
Presión sí, pero ordenada
El solvente trabajo con balón del Dépor se completó con una actuación defensiva más que óptima, aunque con varios lunares que pudieron costar caros. Porque es tan compatible decir que el Deportivo defendió relativamente bien como colectivo con destacar que algunos errores individuales grotescos le pudieron costar extremadamente caros. Lo que sucedió frente en las salidas a Fuenlabrada, Tarazona o incluso Irún no fue tan diferente al encuentro en el Cerro del Espino. La diferencia estuvo en que el colista no supo cobrarse los regalos de Pablo Martínez o Germán Parreño.

Más allá de estas negligencias puntuales, lo cierto es que el equipo coruñés mejoró con respecto a su fase sin balón de anteriores partidos. Sobre todo en el duelo ante el Sabadell y sobre todo a partir del 0-1, el Dépor se había desestructurado de una manera alarmante por su presión tan descoordinada entre piezas como ‘alocada’.
Se notó que el equipo tomó nota de los errores, ya que Idiakez mantuvo un bloque alto y agresivo pero con la premisa de que uno de los dos mediocentros se quedase -casi- siempre guardando el sitio. De este modo, ante un Rayo Majadahonda mucho mejor con pelota que sin ella, el Deportivo salió a presionar arriba a partir de un 4-4-2 en el que el equipo orientaba la salida rival hacia una de las bandas. Entonces, el equipo se emparejaba uno para uno en zona de balón, mientras los alejados dividían marcas.

El Rayo, ahogado, no podía salir ya si no era con envíos largos. Y una vez eso sucedía, el cuadro herculino estaba preparado para esas disputas. Yendo hacia arriba y muy lejos de Parreño, pero con gente suficiente para protegerse en caso de perder el balón, pues tanto un mediocentro como un central podían estar de manera habitual más pendientes de las ayudas a compañeros que de marcar a un contrario.
De este modo, más allá de los errores individuales, el Dépor apenas concedió en el primer tiempo. Y en el segundo, recuperó la energía en el momento exacto. Porque la entrada de Tavares y Expósito revitalizó al Rayo, que pasó a jugar con un solo mediocentro y dos interiores ofensivos como Alberto Fernández -mediapunta hasta entonces- y Hervías -antes extremo derecho-. El equipo madrileño empezó a circular con más facilidad por el desgaste visitante, pero Alcaina y Rubén López elevaron de nuevo el nivel en esa primera línea de presión para frenar el arreón local.

Así, sin demasiado brillo pero con cierta solvencia colectiva a pesar de algún resbalón individual, con el Rayo Majadahonda 0-2 Deportivo, el colectivo herculino volvió a pescar un triunfo rutinario. Uno de esos que todos los campeones acumulan para ganar ligas. Uno de esos que en la primera vuelta se le escaparon en más de una ocasión.