El 3 de mayo de 2006, Cádiz y Real Sociedad disputaron un duelo agónico en el Ramón de Carranza. Era la jornada 36, antepenúltima de la temporada; y ambos equipos estaban en apuros. Los andaluces ya sentían la salvación casi como un imposible, a cuatro puntos de distancia; los vascos no respiraban tranquilos a pesar de su colchón de cinco sobre la zona roja. El choque se saldó con un empate a dos que condenó virtualmente a los locales, mientras que los donostiarras acabaron salvando el pescuezo por un margen de apenas un punto.
Ese partido puede ser el único punto común de las trayectorias de Eduardo Berizzo y Gaizka Garitano, los entrenadores que dirigirán los destinos de Celta y Deportivo en el derbi del domingo en Balaídos. Aquella tarde se vieron las caras sobre el césped del Carranza, zaguero del Cádiz el argentino y centrocampista de la Real el de Bilbao. El recuerdo es más dulce para el hoy blanquiazul, que anotó allí uno de los cinco goles de su trayectoria en Primera, con un cabezazo a córner botado por Mark González. Para Berizzo fue uno de los últimos encuentros de su etapa como futbolista. Terminada esa campaña, con 36 años, colgaría las botas. No es que Garitano, seis más joven, demorase mucho más su retirada: jugó otras tres temporadas antes de dejarlo.
Lo que uno y otro tenían claro es que el siguiente paso conducía directamente a los banquillos. Su conversión en entrenadores fue inmediata; y es probable que las abismales diferencias en sus idearios tengan mucho que ver con los maestros a los que escucharon. Berizzo buscó asiento junto al hombre que dos décadas antes le había abierto las puertas de Newell’s Old Boys, Marcelo Bielsa. El ‘Loco’ le había reclutado para La Lepra siendo apenas un crío, confió en él en sus comienzos como profesional y se lo llevó a México cuando tomó las riendas de Atlas. En 2007 le propuso convertirse en su mano derecha en la selección de Chile.
Si al ‘Toto’ se le puede considerar alumno aventajado de Bielsa, Garitano es un producto típico de la escuela del fútbol vasco. Hijo de Ondarru, ayudante de Mané en el Alavés, y sobrino de Ander Garitano, un clásico de Athletic y Real Zaragoza; Gaizka mamó esa filosofía desde el biberón, desde que divisaba los campos de Lezama a través de la ventana de la casa de sus padres. Como jugador militó en Athletic de Bilbao, Eibar, Real Sociedad y Alavés, además de Lleida y Ourense, tomando apuntes de estrategas como José María Amorrortu, Txetxu Rojo, Carlos Terrazas, Miguel Ángel Lotina o José Luis Mendilibar. Eso sí, pudo contrastarlos al trabar relación con preparadores antagónicos a ellos, caso de Luis Fernández o Juan Manuel Lillo.
Berizzo se ha convertido en uno de los grandes representantes del fútbol ofensivo en la Primera División española. La presión alta, la velocidad, la asunción de riesgos ante cualquier rival y la búsqueda de la tenencia de la pelota son algunas de sus principales señas de identidad. Las prioridades de Garitano son diferentes: el orden táctico, la fortaleza defensiva, el equilibrio y el rigor en el trabajo colectivo. Manuales distintos para perseguir objetivos dispares: el Celta lucha este año en Europa y tratará de repetir experiencia la próxima temporada, el Dépor se concentra en amarrar la salvación antes de pensar en cotas mayores, a poder ser ahorrándose el sufrimiento de los últimos años.
Indudablemente, existe una distancia considerable entre el caché como entrenador que ha cosechado Eduardo Berizzo y el que por ahora tiene Gaizka Garitano. Al argentino no le fue demasiado bien en su primera aventura en solitario, al frente de Estudiantes La Plata, pero sí completó un fenomenal trabajo en O’Higgins (Chile); y su buen hacer en Vigo le ha servido incluso para figurar entre los futuribles de la selección de su país. El bilbaíno, por su parte, puede presumir de haber obrado un milagro con el Eibar, llevándolo de Segunda B a Primera; pero él mismo decidió abandonar el club armero tras finalizar en puestos de descenso la campaña 2014/15. En su destino siguiente, Valladolid, fue despedido transcurridas nueve jornadas. A Coruña ha llegado para intentar recuperar su cartel, algo que ya luce un Berizzo que parece predestinado a disfrutar, tarde o temprano, de una oportunidad en un equipo con aspiraciones superiores a las del Celta.