«Cuando Manuel Pablo se proclamaba campeón de Liga, Fornos tenía tres años». Alfonso Núñez analiza el importante paso al frente de los canteranos en el choque copero de ayer frente al Córdoba.
Érase una vez un equipo que estuvo a punto de desaparecer en verano para temor de sus miles de aficionados. Ese equipo, el más laureado de Galicia con seis títulos oficiales en sus vitrinas, vivió hace algunas semanas episodios realmente dramáticos que no se corresponden con su historia. Mes y medio después de aquellos días inciertos, jugadores y afición se reconciliaron sobre el terreno de juego gracias al coraje que mostraron un grupo de jóvenes promesas en el Nuevo Arcángel de Córdoba.
Si contextualizamos la situación, encontramos que la Liga arrancó, y lo hizo con resultados dispares.Todo lo que se ganaba fuera, se perdía en casa. Con ese panorama cargado de dudas, y sustentado por una plantilla escasa y joven, el Dépor se plantó en Córdoba con una idea rondando la cabeza de aficionados y miembros del club: ¿para qué sirve esta Copa del Rey?
Atrás quedaron esos días de gloria y títulos para el conjunto herculino. Cuando la mayoría veíamos ayer ese partido como un «pequeño marrón», aparecieron los niños y dieron un paso al frente. Tras una primera mitad bastante gris, los jugadores reaccionaron en la segunda parte y conquistaron a los aficionados mediante una receta simple pero muy apreciada: jugar sin miedo y respetar al máximo el escudo.
El encuentro tuvo de todo. La nariz rota de Uxío, los goles de Seoane y Luis, el esfuerzo del veterano Manuel Pablo salvando al equipo en el minuto 90, y el sacrificio de un grupo de chavales que se graduaron en Córdoba. Después de 120 minutos habían plantado cara y empatado ante un equipo profesional. Ya solo quedaba el premio de los penaltis y no iban a dejar escapar una oportunidad así.
Ningún deportivista de bien podía perder el tiempo viendo reality shows, porque su equipo se estaba dejando el alma en Córdoba. Hacía mucho tiempo que el escudo del Dépor no se paseaba con ese orgullo que vimos ayer.
Al final, el partido que prácticamente nadie quería jugar se convirtió en el cuento que todos querían protagonizar cuando eran niños. Quizás, una de las muchas imágenes que nos deja el choque es la transformación del séptimo y octavo penalti del Dépor, o lo que es lo mismo, los goles de Manuel Pablo y Fornos. Cuando el canario se proclamaba campeón de Liga, Fornos tenía tres años. Ayer, ambos futbolistas contribuyeron a la clasificación del Dépor y la diferencia de edad no se notó en un momento de gran responsabilidad.
Ahora toca pensar en el importante partido de Gijón, aunque será imposible olvidar la noche en la que varios alumnos de la escuela Abegondo se graduaron en el fútbol profesional vistiendo la camiseta del equipo de su vida.