4 puntos más en 4 encuentros menos. 14 de 24 por 10 de 32. 0,83 puntos por partido para el Dépor de Idiakez, 1,80 para el Dépor de Óscar Gilsanz. No cabe duda de que el Deportivo ha conseguido multiplicar sus resultados positivos tras el cambio de entrenador. El relevo en el banquillo modificó la tendencia de un equipo que, en su regreso al fútbol profesional, ha pasado de sufrir para cosechar buenos marcadores a ir coleccionando marcadores que le han permitido tomarse las uvas fuera del descenso.
Gilsanz, que cogió al equipo tercero por la cola, ha hecho reaccionar al colectivo a base de sumar. Pero más allá de lo evidente, ¿en qué ha cambiado el Deportivo con la trasvase de poder en el banco? ¿Cómo ha logrado el preparador de Betanzos modificar la inercia negativa?
La respuesta más obvia, pero quizá la más certera surge rápido: con pegada. Porque el Dépor de Gilsanz llega menos al arco rival, pero lo hace con más peligro y, sobre todo, con mucha más efectividad. El Deportivo promedia desde la jornada 13 hasta la 21 con la que se cerró el año 2024 la friolera de 2,3 goles por partido. Mientras, con Imanol en el banco, el cuadro herculino apenas alcanzó los 0,90 dianas por encuentro.
La diferencia es escandalosa, pero se explica a partir de esa capacidad volcánica del Dépor para erupcionar en partidos concretos. Da la sensación de que el equipo herculino solo sabe ganar goleando. Y fruto de esa explosión, el Deportivo de Gilsanz ha sido capaz de acumular grandes guarismos en tres partidos concretos.
Los duelos ante Cartagena, Cádiz y Castellón elevan los datos blanquiazules en esta última etapa. Algo que también sucedió durante el período de Idiakez en la plata, aunque de una manera mucho más singular, pues solo el encuentro de Albacete ejerce como muestra de este balance tan marcado entre el ying y el yang.
El Dépor de Gilsanz ha marcado 18 tantos en 8 encuentros, pero el 77,77% de ellos (14) se agrupan en el trío de goleadas citadas. Mientras, con Idiakez, el Deportivo se quedó en 11 dianas en 12 encuentros, pero con el condicionante de que el 45,45% de esos tantos (5) se registraron única y exclusivamente en el Estadio Carlos Belmonte.
De este modo, parece evidente que el Dépor no ha cambiado demasiado en cuanto a las consecuencias que trae su marcada identidad ofensiva. Una identidad en la que Mella y Yeremay condicionan el genoma, Lucas Pérez termina de darle forma y la obligada presencia de un ariete nato completa la necesaria secuencia para que la cadena funcione.
Eso lo entendió Gilsanz desde el principio, pues el betanceiro no ha dejado de contar con Iván Barbero como ariete titular ni en uno solo de sus partidos al frente de la principal nave deportivista. También lo tenía claro Imanol, aunque ante la tentación de encajar el talento de su mediapunta y los síntomas de dudas que empezaba a mostrar Barbero, probó al inicio de curso varias fórmulas que no terminaron de dar resultado.
Así, Gilsanz ha seguido gran parte de la ‘fórmula Imanol’ con la que el Dépor ascendió el pasado curso. El trío Mella-Lucas-Yeremay, acompañados por un ariete puro y con un doble pivote detrás flanqueándoles. Al igual que ya hiciera con Idiakez, Mario Soriano ha acabado imponiéndose en esa sala de máquinas. Porque sin ser su mejor posición, la presencia del madrileño en el corazón del colectivo permite no solo ubicarlo en el once, sino solucionar parte de los evidentes problemas que tiene para construir un Deportivo que disfruta corriendo y sufre pensando.
Esa marcada evidencia ha quedado constatada a lo largo de la liga, pero parte de la mejora en la etapa de Gilsanz se ha cimentado en las capacidades y posibilidades para explotar más sus virtudes y esconder más sus defectos. El Deportivo de Idiakez era capaz de controlar los partidos. Llegaba más y con más peligro que el rival. Pero pagaba muy caras dos circunstancias claves: casi siempre encajaba primero (en 9 de los 12 encuentros jugados) y estaba muy lejos de un óptimo acierto en la definición para transformar su volumen de situaciones de gol en premio (14,10 remates por encuentro, el segundo que más en toda la liga).
¿Eran meridianamente claras esas llegadas? Pues la gran mayoría no, claro (1,30 goles esperados por partido). Pero la clave para entender el porqué está, precisamente, en la circunstancia de jugar casi siempre ante rivales que no tenían la necesidad de abrirse: con menos espacios, encontrar ocasiones claras es más difícil. Circunstancias todas ellas apuntadas en su momento en esta pieza.
Un Dépor de Gilsanz ¿más estable?
El Deportivo ha ganado en acierto desde la llegada de Óscar Gilsanz al banco. Y ese acierto no se debe solo a una cuestión de inspiración o azar -que también-, sino al hecho de que el equipo herculino afronta los encuentros con una mochila menor. Si el Dépor de Idiakez tan solo fue capaz de adelantarse una vez en el marcador (ante el Racing de Ferrol), el de Óscar ya lo ha hecho en cuatro ocasiones (Cartagena, Eibar, Cádiz y Zaragoza).
Empezar ganando es un factor clave para el devenir del encuentro, porque al cuadro deportivista nunca le han remontado un partido en el que se ha puesto por delante. De hecho, tan solo el Zaragoza logró empatarle y ya en el tiempo añadido.
Pero… ¿quiere decir esto que el Dépor de Gilsanz es un equipo más estable defensivamente que el Dépor de Idiakez? No tiene por qué. Porque ni el juego ni los datos ofrecen un balance esclarecedor a favor del técnico coruñés en este sentido.
Así, pese a que Gilsanz insiste una y otra vez en la necesidad de ganar registros como colectivo y encontrar equilibrio para saber afrontar partidos de todo tipo, lo cierto es que al Dépor se le están viendo las costuras cuando no puede correr. Es normal. Porque, aunque quiera, un entrenador no puede ir contra la esencia de sus futbolistas.
El Mirandés no dejó correr al Deportivo y el equipo sufrió. No pudo hacerlo ante el Zaragoza pese a empezar ganando y el conjunto deportivista firmó uno de sus encuentros más pobres del curso. No lo logró ante el Sporting aunque acabó empatando pese a ser inferior. Y no tuvo armas contra un Almería que empezaba a coger vuelo y le pasó por encima en cuanto aceleró el ritmo. Dificultades para amenazar y concesiones atrás.
De este modo, la etapa actual arroja un balance de 14 remates en contra por encuentro, una cifra que solo superarían el Cartagena (15,3) y el Málaga (14,3). Este volumen de llegadas es, además, relativamente claro. Porque el equipo no solo ha visto cómo los rivales tocan más en su área (23,3 acciones), sino que además la cifra de goles esperados en contra (xGA) se ha elevado a 1,70 por encuentro. Es decir, pese a encajar 1,5 dianas por partido, el Deportivo ‘debería’ recibir más. Clave en este aspecto está siendo no solo el desacierto de sus rivales, sino las intervenciones de Helton Leite.
Un Deportivo similar
Por lo tanto, todo este conglomerado de datos permite apuntar hacia una conclusión: gran parte de la mejora del Deportivo procede de su mayor capacidad resolutiva en las áreas. El Dépor encaja más ahora, pero recibe menos tantos primero (aunque todavía es uno de sus debes). Y, sobre todo, el Dépor marca más con menos ahora, lo que le permite afrontar escenarios más propicios.
Con Gilsanz, el Dépor mantiene una presión elevada, pero no ya tan extrema como la de Idiakez. Mientras, en su inicio de juego, el equipo junta a más futbolistas cerca del balón y evitar buscar tantos aclarados hacia las recepciones al apoyo de Yeremay. Algún gris en un Deportivo de blancos o negros. Pequeños matices dentro de una globalidad muy similar que podrá evolucionar, sobre todo, en función de las nuevas piezas que lleguen en el mercado de invierno.