Hay historias que parecen escritas antes de tiempo. La de Juan Carlos Valerón y Manuel Pablo podría ser una de ellas, pero resta por despejar la incógnita de si será ahora, ya con ambos en la cuarentena, cuando digan adiós a toda una vida sobre el césped. Sobre quién podría realizar el prólogo de la misma existen menos dudas. Para muchos en las Islas Canarias, Juan Carlos Socorro (Caracas, 1972) sigue siendo ‘Socorrito’, aquel mediapunta zurdo que fue icono de la U.D. Las Palmas a mediados de los 90. En su primer equipo jugó once años, en él vivió dos ascensos y en su vestuario vio crecer a dos chicos tímidos que allí duraron muy poco.
El primero en llamar a la puerta fue el veterano lateral de Arucas. Y casi nada parece haber cambiado desde entonces si se atiende a las palabras que concedió Socorro a Riazor.org: «A ‘Lolo’ se le veía con cierta vergüenza, hasta con miedo. Es un tipo muy familiar y muy tranquilo». Sobre el campo era otra historia. Los test de Cooper en las sucesivas pretemporadas en Vilalba siempre arrojaron cierta fama de correcaminos a Manuel Pablo, a quien esa etiqueta ya acompañaba antes de llegar a A Coruña. «Tenía unas cualidades físicas tremendas. De hecho, a veces teníamos que mandarle parar. Al año y algo, cambió y dio un vuelco a sus condiciones técnicas. Y es un ejemplo a seguir. Si no te cuidas no puedes hacerlo, y él se merece haber vivido lo que vivió».
Socorro ya estaba sobre el verde cuando el actual zaguero blanquiazul debutó con la U.D. en Avilés allá por 1994. Y también estuvo presente en el bautismo de Valerón justo un año más tarde, en todo un derbi regional ante el Mensajero. Por aquel entonces, el de Arguineguín ya llevaba consigo la chistera. «Era todo visión. Le saco cuatro años y para nosotros era como si él llevase 20 de profesión. Yo me preguntaba: «¿Cómo puede ser?»». A nadie se le escapó que el camino de aquel joven larguirucho, aquel tallo impredecible, apuntaba a cotas de enjundia. «Al principio le costó por su físico porque era flaquito, pero sabíamos que iba a llegar. Es fácil decirlo ahora, pero nos alegramos mucho. Sobre todo, Orlando y yo, que casi no salimos de las Islas».
Tan importante es el contexto de su irrupción como interesante el de su marcha. Con el equipo amarillo en la división de bronce, fue casi la obligación la que legó el timón de la nave a futbolistas de la casa que superaban por poco la veintena. En el horizonte, volver a la élite. «Para mí, la U.D. era todo», explica Socorro. «En Segunda B iban más de 20.000 personas al Insular y urgía el ascenso», detalla. Fue tras esa temporada, la 95/96, cuando se fraguó la vuelta al segundo escalón del fútbol nacional. Y ya en él, Manuel Pablo y Valerón compartieron titularidad junto a Socorro en un curso marcado por la triste lesión de Miguel Ángel, hermano del ‘Flaco’. A él la suerte no le dejó irse. Sí pudo hacerlo Juan Carlos.
«Cuando vino el Mallorca, no se lo pensó. Él siempre tuvo claro que quería triunfar», relata ‘Socorrito’. Distinto fue para Manuel Pablo. «Él fue algo más empujado por el tema de la compra del ‘Turu’.», concreta el exjugador hispano-venezolano. Para el recuerdo, la llamada telefónica de Lendoiro a Marco Antonio Boronat previa al cierre de la operación. Quiso el balón que ambos se reencontrasen como compañeros en Riazor, y todo parece saber dulce al recordar sus inicios en Galicia. Tanto, que a veces se olvida que todavía siguen jugando. «Ninguno quiere que se le recuerde como un lesionado, y ellos tienen currículo para irse con la cabeza bien alta», recalca Socorro. Vencidas ya las agujas del reloj, serán sus piernas las que digan cuándo.