Décimo séptimo en la tabla clasificatoria, el Deportivo es el quinto equipo de la liga con menos goles a favor, solo superado por Granada, Osasuna, Sporting -sus inmediatos perseguidores- y Leganés. Sin un delantero referencia que sume grandes cifras en este primero tercio de liga, los coruñeses se aferran a los que, hasta ahora, por unos motivos o por otros, no estaban. Son los casos de Joselu y Carles Gil. Ausente el primero desde el 11 de septiembre, cuando debutara (y se lesionara) frente al Athletic, es la gran esperanza de la punta de lanza deportivista. Igual que el valenciano, desaparecido, entre lesiones y descartes, hasta hace bien poco.
Con solo diez puntos en el botín, y en medio de un arranque que defraudó a toda la parroquia blanquiazul, los hombres de Gaizka Garitano ven ahora un halo de esperanza en tareas ofensivas. Sólidos en defensa durante las primeras jornadas, la nula creación en ataque -cuando Çolak no rindió a su mejor nivel- y la falta de pegada arriba fueron las otras asignaturas pendientes. Durante varias jornadas consecutivas, el conjunto herculino llegó a ser el equipo de las grandes ligas europeas que menos disparaba entre los tres palos. Una estadística que no hace más que evidenciar las carencias de un equipo que no gana desde el 1 de octubre.
Pero en medio de la tormenta siempre hay alguna luz, por muy leve que esta sea. Y bajo ese contexto, emergió la figura de Carles Gil. Sin hacer demasiado ruido, el sábado saltó desde el banquillo de La Rosaleda para dar vida a un equipo que, con el 3-1 parecía desahuciado. Un centro medido en el primer balón que tocaba el ex canterano ché, sirvió a Florin Andone para recortar distancias y creer. Pero no acabaría ahí la actuación del valenciano, una acción de pillería suya al sacar rápido una falta, serviría a Juanfran para asistir en el tercero a Borges. La presencia del futbolista cedido por el Aston Villa, le aportó otro aire al equipo en Málaga, fue el punto de inflexión. Con su entrada al campo, el Dépor creyó, y a punto estuvo de arrancar un punto cuando ya nadie creía en el empate. Pero lejos de convertirse en un espejismo, también contra el Betis, en Copa, dejó buenas acciones. Méritos suficientes para, al menos, gozar de una oportunidad contra la Real, ante la ausencia de Bruno Gama.
Si bien Carles suavizó una semana con dos derrotas, no fue el único en aclarar el paisaje, también Joselu aportó algo diferente. Al menos, en forma de sensaciones. Más por el futbolista que se le presupone que por sus aún escasas actuaciones como blanquiazul, el delantero pontevedrés es la gran esperanza del deportivismo. Y en el Benito Villamarín volvió por fin al verde tras tres meses alejado de él. Con solo veinticuatro minutos en Liga, los que jugó antes de lesionarse contra al Athletic, su fútbol, como el de Carles, invitan al optimismo a una afición necesitada de motivos para volver a creer.