No fue el Deportivo que venía siendo en Riazor, sino el Deportivo de principio de temporada. Ese equipo que en muchos partidos fue impreciso, poco constante y desajustado por momentos. Que hacía méritos suficientes para ganar, pero carecía de continuidad.
Pero ganó. Gracias a que en el tramo final, a base de arriesgar, el bloque herculino sí recuperó sus señas de identidad. Con los cambios y el empuje de su gente, logró el premio gordo. El Deportivo 1-0 Mérida hizo justicia a lo visto en el césped, aunque la prisa por ganar hiciese al cuadro herculino equivocarse y estar muy cerca de patinar.
Los desajustes
El Dépor de Riazor ha brillado desde su capacidad para generar situaciones de gol. Pero el camino para encontrarlas no es solo su buen hacer con el balón, sino también su habilidad para domesticar a los rivales desde su trabajo sin balón. El fútbol es un todo y el equipo blanquiazul ha ido creciendo en casa a base de mejorar en todas las fases del juego.
Sin embargo, el Deportivo 1-0 Mérida fue un paso atrás para el cuadro de Óscar Cano a nivel de solvencia en su fase defensiva. Porque aunque el equipo romano no finalizó demasiadas ocasiones, sí fue capaz de hacerle un partido muy incómodo a un Dépor que no estuvo nada bien con el esférico durante gran parte del choque pero que, sobre todo, se desajustó demasiado sin él.
El bloque dirigido por Juanma Barrero ha crecido mucho entre el encuentro de ida y el de vuelta ante el Deportivo. Empezó siendo un equipo con evidentes limitaciones, que prácticamente lo fiaba todo a defender el área y contragolpear. Pero ahora, además de mantener esas fortalezas, ha sumado capacidad para salir con el balón jugado.

Y lo cierto es que lo logró relativamente en A Coruña, pues enfrente estuvo un Deportivo que trató de presionar alto como ya había hecho ante Unionistas y, sobre todo, Rayo Majadahonda. Pero frente a un rival también valiente como el rayista a la hora de sacar el balón jugado, no logró en ningún momento siquiera acercarse a aquel nivel en el press colectivo.
El Mérida era consciente de que el Dépor no iba a dedicarse a contemplar. Y le quiso atraer mucho para tratar de rasgarlo y poder correr. El conjunto visitante inició en el primer tiempo en muchos momentos con el portero y tres jugadores, ya que el mediocentro Acosta se incrustaba entre centrales. Por delante, cuatro futbolistas, pues los laterales elevaban su altura y eran amplios, mientras que Álex Meléndez y el mediapunta Dani Lorenzo ejercían de referencias interiores.
Ante esa disposición de 3+4+3, el Dépor no sabía cómo ajustarse. El cuadro herculino se posicionó 4-4-2, con Rubén Díez en primera línea de presión junto a Lucas Pérez. Pero con ese 3+4, el Mérida siempre encontraba al futbolista libre. Todo porque el conjunto local no quería obligar a su ancla, Roberto Olabe, a despegarse demasiado de la defensa. El mediocentro era el encargado de ayudar a los zagueros en caso de un envío directo. Pero a costa de eso, el Deportivo tenía inferioridad numérica y posicional en el inicio de juego del rival.
A la media parte, Cano permutó a Villares y a Rubén Díez de perfil. La modificación afectó a la estructura con balón, pero también al trabajo sin balón. Porque a partir de entonces, fue Villares quien empezó a ‘saltar’ desde el centro del campo a la punta para ser el primero en presionar junto a Lucas. El Deportivo ganaba a un futbolista con mucha habilidad en ese tipo de situaciones. Pero de nada vale si el colectivo no acompaña.

Y así fue. El Mérida fue valiente y a partir de sus combinaciones por dentro, encontró siempre la superioridad para evitar robos altos del conjunto local, que confundió ser agresivo con ir hacia arriba ‘a lo loco’ en ocasiones y le costó estar ordenado.
En la segunda mitad, el Dépor se descosió algo menos. El equipo ya no acumuló esfuerzos individuales y baldíos para presionar hacia delante. Pero aún así, el Mérida fue capaz de hacerle correr. Y, sobre todo, encontró la fórmula para atacar la espalda de un centro del campo que no daba abasto, al estar el poseedor mal presionado. El equipo estaba algo menos separado, pero el rival también era capaz de encontrar pases más peligrosos. Así, fue un Deportivo bastante desajustado hasta las apariciones de Soriano y Max Svensson.
Sin paciencia
Los cambios modificaron la cara del Dépor. Pero eso corresponde al último punto. Porque parte de esas dificultades a la hora de defender ya explicadas se generaron a raíz de la mala gestión de la fase ofensiva. El bloque coruñés apenas tuvo profundidad, pues no fue capaz de encontrar en demasiadas ocasiones en ventaja a Lebedenko y a Antoñito, pese a que lo intentó. Pero es que tampoco tuvo su habitual paciencia para asentarse en campo rival y mover al bloque contrario hasta encontrar el hueco.
El Mérida, plantado en un 4-4-2 en bloque medio-bajo, apenas se desestructuró. No picó ante el intento del Dépor de atraer la presión rival. Un día más, Rubén Díez fue el canalizador del juego blanquiazul. El maño arrancó en la derecha participando en el inicio de juego como tercer elemento junto a Jaime y Pablo Martínez. Con él ahí, el equipo logró activar a Antoñito, impreciso en los centros.

Pero como el propio técnico explicó en rueda de prensa, pasado el tiempo prefirió que Saverio dejase de pisar tantas zonas interiores y fuese quien diese la amplitud por fuera, en el carril izquierdo. Para ello, Lebedenko retrasó su altura y empezó a ejercer de ese ‘tercer central’ con el que facilitar los primeros pases.
Con el objetivo de conectar ese inicio y ese fin, Rubén Díez cambió de perfil y de altura: a la izquierda y más arriba, de enlace en la construcción. Cuando el ’21’ jugó en la izquierda, el peso recayó por aquella zona. Pero Saverio estuvo lejos de dar continuidad en el juego interior y tampoco encontró situaciones por fuera para encarar.
De este modo, el Deportivo no fue ese equipo capaz de juntarse a partir del balón, asociarse, moverse y desestructurar al rival. Careció de referencias por delante de la pelota en muchas ocasiones y tan solo Antoñito fue capaz de amenazar al espacio en una falsa profundidad, pues el Mérida tuvo durante la primera hora de juego muy controladas las apariciones del andaluz. Villares arrancó el choque ‘picando’ al espacio cada vez que Lucas Pérez salía de la posición de ‘9’, pero tampoco fue la solución y ese patrón fue solo puntual al inicio del choque.

Así, ante un Mérida que no se descomponía y trababa el juego para evitar que el Dépor cogiese ritmo y entrase en calor, el conjunto blanquiazul fue un equipo más de jugadas que de juego. A pesar de su gran peligro en la pelota parada, no tuvo continuidad y confundió querer ser vertical con precipitarse.
Porque en ocasiones, ya asentado en campo rival, pretendió hacer daño demasiado rápido. Y al no encontrar la precisión, perdió el control y abrió el partido, algo que le hizo defender también peor. Y, por ende, estar incómodo hasta que aparecieron en escena unos cambios que modificaron el panorama.
Juntarse a partir del balón
El Dépor no fluía y Óscar Cano actuó: fuera Olabe y Saverio, dentro Mario Soriano y Max Svensson. El equipo pasaba del 4-3-3 improductivo ante el Mérida al 4-2-3-1, con Lucas Pérez con libertad y Svensson ejerciendo de punta referencia y de primer hombre en la presión. La entrada del ‘9’ cedido por el Espanyol dotó de energía al equipo.
Porque Max elevó el nivel de intensidad en esa primera línea sin balón para ensuciar el inicio de juego del Mérida. Y además empezó a alejarse del balón, bien a través de desmarques de ruptura, bien a través de su posicionamiento fijando a los centrales.

Precisamente Svensson y su escasa relación con el juego de asociación ayudó sobremanera a que el resto sí se juntasen a partir del balón. Con Soriano partiendo desde la izquierda dando, por fin, las necesarias soluciones por dentro, el Dépor creció. Quiles, Lucas, Rubén Díez y el propio Soriano se empezaron a relacionar en espacios cortos. Y el juego mejoró.
El Dépor empezó a tener más soluciones por delante del balón. Y eso le llevó a asentarse en el campo contrario. Lo hizo desde el pase y la asociación en corto casi siempre, algo que le permitió estar más preparado para presionar tras pérdida. Así, el bloque estrechó sus distancias de relación y el partido se inclinó hacia la meta de Palomares.
Fue un buen tramo final de un equipo que, ya sin cadenas, empezó a llegar con asiduidad a partir de su juego. Sin embargo, el Deportivo 1-0 Mérida no terminaba de llegar y Cano quemó las naves ofensivas dando entrada a Yeremay por Lebedenko. Ese último movimiento permitió que el equipo encontrase una referencia en el lado alejado (el izquierdo) tras juntarse todavía más en la derecha. Y así, de una acción en la que Peke pudo recibir al pie, llegó el penalti y el tanto del triunfo.

El canario hizo lo que sabe hacer y lo que se espera de Saverio: encontrar situaciones de uno para uno y encarar para generar la ventaja a partir de lo individual y no solo de lo colectivo. Y con su brillante aparición, el Deportivo sumó tres puntos claves en un choque marcado por sus prisas con y sin pelota. Hasta que en el momento de máxima urgencia, juntó a los que se asocian para pensar y entender que, a veces, no hay mayor arma que la calma.