Son tan difíciles de explicar cualquiera de las últimas victorias del Deportivo como el hecho de que el equipo siga vivo en la lucha por el ascenso. Sin saber cuántas vidas ha gastado ya, probablemente bastantes más de siete, el conjunto blanquiazul afronta las dos jornadas definitivas después de haber sumado 10 de los últimos 15 puntos tirando de la fortuna que tan esquiva le había sido durante los primeros meses de 2019.
Porque ante el Mallorca tuvo buenos ratos, como en esa primera parte ante el Cádiz. Control del balón, con mucha aparición de Edu y Carlos entre líneas, y haciendo daño por los costados. Era parte del plan de los baleares, también, que decidieron ceder las bandas, invitando a Saúl y Bóveda a colgar centros para que Valjent y Raíllo, impecables toda la noche, se lucieran en el juego aéreo.
Como siempre, faltó precisión y claridad en los últimos metros, con un Fede más incisivo que de costumbre pero igual de poco resolutivo. Así se explica que, pese al dominio, las mejores ocasiones fueran para el lateral derecho. Bóveda, que se está convirtiendo en uno de los jugadores más en forma del equipo en este tramo, completó dos grandes jugadas en las que no dio la sensación de ser carrilero hasta el momento del remate. Ahí volvió a su forma natural para ponérselo relativamente fácil a Reina en un cabezazo y un disparo centrado tras un mano a mano.
Las prisas y la falta de ideas modificaron el guión en la segunda parte. El Mallorca empezó a encontrar espacios y caminos para llegar a Dani Giménez. Fue entonces cuando el gato Dépor quemó otra de sus vidas. Agarrándose a la máxima de aquel entrenador que decía que cualquier ascenso debe empezar por un portero y un delantero de superior categoría. El equipo coruñés ha tenido lo primero durante toda la temporada y este lunes no fue una excepción, con el gallego haciendo tres intervenciones de mérito para mantener viva la esperanza
Lo segundo… ¿quién no ha echado cuentas sobre los puntos que tendrían los blanquiazules si Carlos Fernández no hubiese faltado tanto tiempo? No fue su mejor encuentro y aún así continúa dejando claro cada vez que toca el balón que la Segunda se le queda pequeña. Porque ser superior no sólo se refleja en la calidad técnica. También en la fortaleza mental, la frialdad y la personalidad para colocar un penalti en la escuadra cuando el cronómetro ya marcaba el minuto 96.
Hace semanas que el cómo dejó de importar en A Coruña. Todo el deportivismo se agarra al qué y al instinto de supervivencia que está mostrando un equipo que no responde a lógica alguna. Que ya ha estado muerto en más de una ocasión. Que se ha entregado al azar y a la inspiración de sus mejores hombres, algo que de momento le ha servido para resucitar y mantenerse en pie una semana más.