El Deportivo fue en Granada todo lo que los rivales sueñan ser cada vez que visitan Riazor. Un huésped incómodo, desagradable y que sin arriesgar cede la iniciativa al anfitrión mientras espera agazapado un error. En A Coruña nadie ha conseguido todavía llevar el plan al éxito supremo, algo que sí lograron los de Natxo González en Los Cármenes para dar un golpe sobre la mesa, otro más ante un rival directo.
Atraviesa el conjunto blanquiazul un tramo de temporada en el que no está capacitado para controlar los encuentros desde el balón, al menos fuera de casa. Las lesiones han mermado la sala de máquinas y sólo Edu Expósito, de nuevo brillante, tiene capacidad para encender la luz en campo contrario. A eso hay que sumarle la falta de confianza de los atacantes, reflejada en el tridente formado por Valle, Quique y Cartabia, tan voluntariosos como espesos.
Pero todo esto no quiere decir que el planteamiento no pueda ser valiente. Porque el equipo ha madurado y Natxo le dio un nuevo giro al sistema para plantar un 4-1-4-1 difícil de descifrar para los locales. Mosquera por fin tuvo su oportunidad y no la desaprovechó. El coruñés, mejor en fase defensiva que atacando, brilló comandando la segunda línea de cuatro. Fue una presión adelantada, pero que no pretendía agredir, sino desesperar a una defensa nazarí que nunca encontró un pase sencillo. Por detrás, Bergantiños ejercía como red de seguridad para tapar las pocas fugas que pudieran producirse.
El Dépor produjo muy poco, sobre todo por la precipitación y las malas decisiones de sus delanteros. En defensa sufrió en un par de balones largos, la única solución del Granada, y en un saque de esquina que terminó en el larguero. Pero apenas hubo noticias de los veloces delanteros andaluces.
Defendió la ventaja con la inteligencia de los equipos grandes, lejos de su portería manteniendo la presión alta y guardando el balón cuando lo recuperaba
El encuentro explotó nada más comenzar la segunda parte. Convicción en la presión por parte de Fede, fortuna en el rechace y el balón suelto a pies de Quique González, que posiblemente no optó por la mejor solución. Tenía a Valle sólo en el punto de penalti, pero optó por pegarle con el alma para batir a Silva, romper su sequía y poner al Dépor justo donde quería.
El tanto dio paso a la segunda parte del plan, defender con la inteligencia de los equipos grandes. Lejos de su portería, siendo capaz de maniatar al Granada manteniendo la presión alta y, ya entonces, guardando también el balón cada vez que lo recuperaba para hacer correr hacia atrás a su rival, como y hiciera el día del Molinón. El Dépor sólo dudó cuando flaquearon las fuerzas y los locales decidieron saltarse el centro del campo para jugar directo. Dos ocasiones concedió la zaga herculina, una que acabó en gol ilegal y otra que resolvió, como ya es costumbre, Dani Giménez con una parada salvadora.