Para estrenar 2014, regresa ‘El mediapunta defensivo’ de Tomás Magaña con una nueva columna de opinión.
En otros tiempos, cualquiera diría que Augusto César Lendoiro está en su hábitat natural. Peleando contra el mundo, si es el mundo lo que se interpone entre lo que quiere y él mismo. La leyenda de Lendoiro se conoce y se cuenta en cualquier corrillo futbolero del mapa español, y glosa las aventuras y desventuras de un negociador obstinado, que aguarda agazapado hasta el alba para vencer a sus contrincantes por puro agotamiento. Durante años pareció que él mismo disfrutaba de esos aires de tahúr, de la magia de llegar a cualquier despacho con una carpeta azul rebosante de ases inesperados. Incluso el pasado 31 de julio se presentó sonriendo en la calle Real.
El próximo 10 de enero apunta a ser la segunda fecha dramática para el Deportivo en menos de seis meses. Lendoiro añade otra muesca a su historial, vivirá otro ‘día límite’ cargado de adrenalina, se sentará por penúltima vez como representante del club ante un tapete decisivo. Lo que se antoja difícil es que pueda disfrutar de la partida. Se disfruta cuando se gana; y la carpeta azul pinta vacía en esta ocasión. Las huidas hacia adelante suelen terminar en callejones sin salida, justo a donde parece haber llegado la epopeya de Lendoiro.
Acudir a la junta de acreedores ya no sin acuerdos, sino sin apenas haber conversado con Hacienda, es una temeridad flagrante. El presidente se ha dedicado a defender una propuesta de convenio más saludable para el Deportivo que la alternativa, pero que sin el visto bueno del fisco no puede sostenerse en pie. A pocos días para la cita, Lendoiro se muestra decidido a ignorar a la Agencia Tributaria si es lo necesario para sacar adelante su convenio, lo único que ha protegido de forma más tenaz que su propia continuidad en el sillón de mando.
Llevar a término este plan sería equivalente a jugarse el futuro del Dépor a que Hacienda no tiene arrestos para ejecutar embargos fatales el 11 de enero. Las señales desde ese organismo apuntan en la dirección opuesta, invitan a pensar que en Madrid no temblará la mano de quien tenga que castigar a un club para ofrecer al resto un ejemplo gráfico. A ojos de quien realmente tiene esta sartén por el mango, los incumplimientos del pasado restan credibilidad a Lendoiro y su futuro, desvinculado del Deportivo, tampoco le aproxima a la figura de interlocutor legítimo.
El grifo de Hacienda ha estado abierto y fuera de control en la plaza de Pontevedra durante demasiado tiempo. Resulta difícil comprender cómo se ha llegado tan lejos, cómo unos han forzado hasta tal punto y cómo otros han consentido tanto, hasta el mismísimo borde del abismo. El caso es que el Dépor se asomará al vacío en la junta de acreedores con Lendoiro al frente; y suceda lo que suceda, quizá nunca se llegue a conocer por qué se esperó al final para acometer una tarea que siempre debió ser prioritaria.