El Deportivo por fin consigue dejar atrás marzo, un mes que prometía despegue y no ha dejado más que depresión. No fue muy diferente el duelo con el Oviedo de los anteriores en los últimos 30 días, aunque sí hay un rayo para la esperanza: Carlos Fernández. Durante algunos minutos en la segunda parte su presencia logró devolverle al conjunto blanquiazul cierta fluidez en ataque, más allá de la maravillosa y decisiva asistencia a Quique González.
El sevillano es ahora mismo la hoguera a la que los coruñeses deben acercarse en busca de calor. Con el lastre de los problemas físicos, pero sin la carga y presión mental de sus compañeros, la frescura y las ideas claras que aporta en el último tercio se antojan imprescindibles en el sprint final. Porque Carlos está por encima de sistemas. Es uno en sí mismo. Ese tipo de delantero con alma de centrocampista y cuyo conocimiento del juego hace mejores a sus compañeros. No lo negará Quique si se lo preguntan, posiblemente el que más lo ha echado de menos.
Cuando Carlos encendió la luz en el Tartiere al Dépor le faltó talento en la sala de máquinas. Con Edu cumpliendo penitencia, ni Didier Moreno, que no puede, ni Vicente, que parece haberse olvidado, fueron capaces de darle continuidad al juego. Tampoco Pedro Sánchez, demasiado impreciso en la mediapunta, ni los carrileros, con David Simón y Caballo aportando poco y sufriendo demasiado.
Por eso los brotes verdes no deben tapar que el equipo blanquiazul todavía es demasiado frágil. Lo fue en el tramo final, donde revulsivos como Cartabia o Valle no fueron tal, y también en el primer tiempo. Se vio ahí la versión timorata más reciente, con mucha brocha gorda y una incapacidad manifiesta para asociarse a pesar del regreso al rombo. No hubo ni siquiera la necesaria activación para aprovechar el desconcierto inicial en la parroquia local y las dudas se le contagiaron hasta a Dani Giménez en el 1-0.
El futuro inmediato sigue gris, pero la inyección anímica y de juego supone el regreso de Carlos y la inmediata recuperación de Expósito deben obligar a Natxo a hacer la apuesta definitiva por el talento. El balón va a quemar todavía más en las próximas jornadas y es el momento de juntar a todos a los que la pierna no se le haya encogido todavía, con la esperanza de que la maquinaria vuelva a engrasarse.