Más allá de no haber conseguido la victoria, el gran problema del Deportivo después de su partido ante el Alcorcón es el contexto. Ese contexto que lo sitúa colista, ese contexto que sube la cuenta de partidos sin ganar a 16 y que dice que todo lo que no sea sumar de tres en tres es un paso más hacia el abismo. Ese contexto que ahoga y que, de ser otro, pongamos la jornada 3, nos hablaría de un equipo en el que las piezas empiezan a encajar.
Pero esa realidad no existe y lo único cierto es que al conjunto blanquiazul sigue teniendo que hacer demasiado para vencer. Lo bueno es que, quizá desde el pasado sábado, haya aprendido a hacerlo como equipo y de forma constante. Por primera vez en lo que va de temporada el Dépor compitió para ganar durante 90 minutos seguidos. Fue mejor que su rival, lo sometió por momentos y sólo le faltó finura en los últimos metros, tanto en remates como en pases, para llevarse el triunfo.
Por fin Luis César se atrevió a cambiar de sistema, algo que ni él ni Anquela habían contemplado. Gran parte de las preguntas del fútbol suelen responderse con centrocampistas y Riazor asistió a un capítulo más ante el Alcorcón. El trivote permitió, en apenas unos minutos, multiplicar las prestaciones de jugadores que hasta este partido habían naufragado en cada batalla. De repente Álex siempre estaba en el lugar adecuado porque no tenía que estar en todos a la vez. Peru fue ese ‘box to box’ que prometían desde Bilbao y Vicente… lo mejor que se puede decir de Vicente es que volvió a parecerse a él mismo. No se ha olvidado de jugar al fútbol.
La ocupación de los espacios mejoró de forma tan evidente que en ocasiones daba la sensación de que el equipo herculino estaba jugando con uno más. Sin apenas sufrir en defensa, a Dani Giménez sólo le dispararon una vez, y con una capacidad para salir con el balón jugado que no se había visto hasta la fecha. El Dépor abandonó el pelotazo y volvió a combinar. Se fallaron menos pases porque siempre había un amigo cerca al que entregarle la pelota.
El siguiente paso
Esta nueva imagen hizo que todos dieran un paso adelante. Todos menos Longo. El italiano sigue peleado consigo mismo y acabó abucheado por la grada, que vio más grande que nunca la diferencia entre él y sus compañeros. Es el más perjudicado por el nuevo sistema, tanto él como Christian Santos. No tanto por el rendimiento de uno y de otro, sino por su perfil en un dibujo que exige mucha movilidad a sus puntas. Mollejo y Koné aparecieron sin parar, moviéndose bajo el radar de la zaga alfarera, pero cada vez que alguno de los arietes tenía que ocupar el espacio libre lejos del área, sus vergüenzas quedaban al descubierto.
Es evidente que esta nueva apuesta todavía tiene muchos aspectos que ajustar. Siguiendo por el balón parado. La ausencia de Aketxe en el once nunca puede justificar que el equipo se pasase la mayor parte del encuentro despreciando la estrategia.
Quizá sea la hora de Beto da Silva, que recibió los elogios de un Luis César que restó importancia al 4-3-3 y atribuyó la mejoría del equipo a que los delanteros habían corrido más. Puede que tenga parte de razón, o puede que simplemente quiera autoconvencerse porque, pese al acierto que supone haber sabido rectificar, el tardar siete partidos en hacerlo le deje la duda de si lo habrá hecho a tiempo.