Una de las noticias de la semana en el fútbol español fue la renovación de Gaizka Garitano como entrenador del Athletic de Bilbao. Viendo los elogios que ahora recibe el técnico vasco, todos merecidos e incluso de gente que lo vilipendió en su día en A Coruña, es inevitable pensar en su salida del Deportivo y en las similitudes con la trayectoria de un Natxo González cuyo crédito se agota.
Porque incluso ellos, buenos técnicos y trabajadores incansables, son conscientes de que espectáculos tan pobres como el que el equipo coruñés ofreció el sábado terminan proyectos. Garitano se hundió en Butarque ante el Leganés, Natxo encalló en Riazor contra el Rayo Majadahonda. Aún convencidos de que el entrenador no sea el problema, la necesidad de tocar algún botón, aunque sea de forma aleatoria, lo pone en el centro de la diana. Mejor uno que 25. Una ley más antigua que la pelota.
El vasco sale además tocado porque su homólogo rival lo superó por completo en el cara a cara estratégico. Iriondo, valiente como siempre, se la jugó dejando tres puntas descolgados. Aritmética y geometría, argumentó el preparador majariego al final del partido para justificar su órdago: si el rival no ataca con todos sus hombres, ¿por qué vas a defender tú con todos los tuyos?
Se convirtió entonces el duelo en once batallas uno contra uno. Cabría esperar que los jugadores del Dépor fueran capaces de imponerse en ellas a los del Rayo. Aunque sólo fuera por una cuestión de caché. Pero no fue así en un desenlace que señala más a los futbolistas que al propio entrenador. Nada mejor lo explica el momento de forma de Domingos Duarte y Pablo Marí. Otrora gigantes que desayunaban delanteros convertidos en títeres incapaces de robarle un balón a Aitor Ruibal y Héctor Hernández. Ni una carrera ganada. Ni una pelota frontal. Nada.
Todavía peor fue la puesta en escena ofensiva. Que sea Carlos Fernández, el bueno, el que tenga que pedirle más a sus compañeros cabizbajos lo explica casi todo. El regreso de Expósito fue decepcionante en fondo y forma, contagiado del trote y la imprecisión de Vicente, ambos invadidos por la desidia. Tampoco anduvo fino Nahuel ni unos laterales que siguen sin dar el mínimo.
El Deportivo se ha caído. Por completo. Es temprano para arrojar la toalla, pero debe reconstruirse pieza a pieza. El club debe decidir ahora si se lo encargan a Natxo o se ponen en las manos de un paracaidista como en su día lo fue Pepe Mel después del doloroso 4-0 frente a los pepineros.