Miroslav Djukic es uno de los zagueros más importantes de la historia del Deportivo. El Yugoslavo, que llegó a Riazor con el equipo en Segunda División, defendió la camiseta blanquiazul durante nada menos que 20.500 minutos y fue una pieza clave del SuperDépor. Hace unos días iniciábamos una nueva sección recordando la etapa Arsenio Iglesias como futbolista y la continuamos precisamente con uno de sus pupilos cuando el ‘Zorro de Arteixo’ pasó a los banquillos.
De manera inevitable, el nombre de Miroslav Djukic trae a la mente de cualquier deportivista el fatídico penalti marrado contra el Valencia. Sin embargo, dicha acción es un punto negro en la trayectoria de un jugador que llegó casi por accidente al Deportivo pero que ayudó a cambiar la historia del club. Precisamente para conocer cómo fichó Djukic por el Deportivo, el libro Branquiazul de Marcos Gendre recoge varios testimonios de primera mano.
Retrocedamos al año 1991. Pese a que la guerra entre serbios y croatas ya había estallado en la hoy extinta Yugoslavia, Augusto César Lendoiro viajaba con frecuencia al país balcánico. Parte de la culpa la tenía Bebic, un exportero yugoslavo del Valladolid que tras retirarse comenzó a actuar como reprensentante y ojeador en el sudeste europeo. De hecho, el propio Bebic facilitaría unos meses después la llegada al Deportivo de Iliyan Kiriakov.
Carlos Ballesta, que formaba parte del staff blanquiazul, se desplazaba también con cierta frecuencia a Belgrado, donde Bebic le llevaba a ver partidos locales. Eso sí, lo habitual era ir al estadio a fijarse en equipos de perfil bajo. Al fin y al cabo, el Deportivo estaba en Segunda División y era a lo que podía aspirar. Sin embargo, en una de esas visitas, Ballesta llegó el día anterior al primero de los partidos programados. Así, decidieron improvisar y esa misma tarde consiguieron entradas para un partido de Primera División, categoría en la que competía el Rad de Belgrado.
No ha jugado bien, fichémoslo
«Le pregunté a Bebic si había algún jugador interesante allí. Me dijo que no, que no había nada», recuerda Ballesta en el citado. A los veinte minutos, el líbero del Rad sufrió una lesión y el su técnico decidió recomponer al equipo. De este modo, optó por retrasar la posición de uno de sus centrocampistas, Miroslav Djukic. Tras el duelo, Ballesta llamó a Arsenio, que había priorizado la búsqueda de un central. «Oye, mira, he visto a un jugado. No ha jugado bien, pero tiene buena pinta», fue su curioso primer informe.
Como el propio Ballesta explica, Djukic no había podido lucirse debido a malas condiciones del terreno de juego, pero se había dejado entrever a un jugador con presencia, salida de balón y buen golpeo. Para estar seguro de que su intuición no le fallaba, decidió ver al jugador una vez más. «Cuando volví a verlo jugar poco después, no me quedó ninguna duda», sentencia. Cuando el Dépor se lanzó a por la contratación del futbolista, el Estrella Roja también estaba interesado en Djukic, lo que demoró las cosas. Sin embargo, el equipo Yugoslavo no se decidió a dar un paso adelante y, ya en mayo Djukic firmaba por el Deportivo.
De este modo, el zaguero se convertía en jugador blanquiazul cuando faltaban cinco jornadas para el desenlace de la temporada 90/91 en Segunda División. Aunque el equipo siempre estuvo en la parte alta de la tabla, afrontaba el tramo final con un solo triunfo en sus cinco últimos partidos. El Dépor necesitaba un final de liga impoluto y Djukic estaba decidido a colaborar siendo fiel a su estilo, que no era precisamente al que estaba habituado Riazor. Así lo explica el periodista Rubén Ventureira: «Cuando tocaba el balón, te dabas cuenta de que era un fenómeno. Aunque aquí a veces pasan cosas extrañas con jugadores técnicos».
Esas «cosas extrañas» que comenta Ventureira las describe a la perfección Tolo, miembro de los Riazor Blues. «En los primer partidos que Djukic jugó en Riazor, era, <<tírala afuera, tírala afuera!>>. Djukic tocaba el balón y la gente flipaba. <<¿Pero qué haces, pero qué haces?>>, le gritábamos. Intentaba regatear. <<¡Pero tírala afuera. Esto no es el Teresa Herrera. Esto no es agosto>>«.
Efectivamente, no era agosto ni era el Teresa Herrera. Era mayo y el tramo final de la temporada. Pero, casualidad o no, la llegada de Djukic coincidió con la mejor racha en toda la temporada del equipo de Arsenio. Con cuatro triunfos y un empate, el Deportivo regresó a Primera en el mítico partido ante el Murcia en el que, literalmente, ardió Riazor. Djukic, por cierto, jugó completos los cinco partidos y el Dépor solo encajó en ellos dos dianas.
Miroslav Djukic y el Valencia: dos caminos condenados a cruzarse
Tras el ascenso, el primer partido de Djukic en Primera con el Deportivo fue una visita a Mestalla para medirse al Valencia. Dicho estreno tuvo algo de premonitorio, pues el equipo ché marcaría algunos de los momentos decisivos de la trayectoria de Miroslav. Esa temporada, la 91/92, fue de constante sufrimiento para la parroquia herculina. Asentado como líder de la defensa, Djukic vivió además su curso más goleador, en el que hizo cuatro tantos. Con todo, desde finales de febrero el Dépor estuvo titubeando con la zona baja de la tabla y finalmente acabó en decimoséptimo lugar, por lo que debía jugar una promoción para salvar la categoría. En dicho playoff se midió al Betis, cuarto de la Segunda División. El gol decisivo para que los gallegos se mantuviesen en la máxima categoría lo anotó, por cierto, un Kiriakov que ya ha aparecido en esta historia.
La campaña 92/93 es decisiva en la historia del Deportivo, pues supuso la llegada de Bebeto y Mauro Silva, que daban al equipo un salto de calidad inigualable. Partido de esta base, hay un dato que resulta esclarecedor para entender la importancia que tenía Djukic en el esquema de Arsenio: ni Mauro, ni Bebeto (el Pichichi de la temporada), ni Liaño (el Zamora), disputaron más minutos que él. De hecho, el yugoslavo fue titular en las 38 jornadas y no se perdió un solo minuto en toda la segunda vuelta.
Y así, llegaba una temporada 93/94 en la que, tras otras 37 jornadas prácticamente impolutas, el Valencia se volvió a cruzar en el camino de Djukic y de toda A Coruña. Pasando por alto el conocido desenlace del chut desde los once meses, es digno de mención lo que pasó en las horas y días posteriores. Primero, con una cena de equipo en la que todos los compañeros intentaron arropar a un jugador que, como el mismo dice «había pasado de héroe a Villano». Y el lunes siguiente, con la celebración de un partido homenaje a la afición en el que, asegura el periodista Álex Centeno, «sacaron a Djukic a hombros».
Solo un año después, el Valencia volvía a ser el último obstáculo en la búsqueda del primer título del fútbol gallego. Pero antes de la disputa de aquella final que se tuvo que aplazar por la lluvia, el Dépor tuvo que superar a doble partido a Lleida, Athetic de Bilbao y Sporting. De nuevo, el pleno de minutos en el torneo copero no fue para Liaño, Fran o Bebeto. Dicho privilegio fue para tres de los pilares defensivos de Arsenio: Voro, Ribera y Djukic. De ellos, solo el último fue capaz de ver puerta en esta competición que terminó llenando las vitrinas de la Plaza de Pontevedra.
Tras ganar la Copa, Djukic defendió dos años más los colores del Deportivo y, salvo en el tramo final, solo sus contadas lesiones le dejaban fuera de los onces de Arsenio. Precisamente una de esas escasas dolencias llegó en una Recopa 95/96 en la que, de nuevo, llevaba pleno de titularidades. Si bien es cierto que el Dépor ya había caído (0-1) en la ida ante el PSG, el central tan solo se perdió en todo el torneo el partido de vuelta de estas semifinales, donde los parisinos volvieron a imponerse para dejar al Dépor fuera de la final. Así, y tras una temporada 96/97 en la que ‘solo’ disputó 2369 minutos (promediaba cerca de 3.000), Djukic dejó el Deportivo para continuar su carrera en el Valencia.
El Miroslav Djukic entrenador: lo que pudo ser y (por ahora) no fue
El exjugador del Dépor colgó las botas en 2004 y solo dos años después ya estaba dirigiendo a la selección Serbia sub-21. En España, tras un breve paso por el Hércules, en la 11/12 y la 12/13 destacó en el Valladolid, lo que le llevó a entrenar al Valencia. Pero en el equipo levantino no cuajó como técnico y comenzó a dar tumbos por banquillos de destinos tan variados como Córdoba, Dubai, Belgrado y, actualmente, Gijón.
Y mientras Djukic busca un banquillo en el que asentarse, el Dépor también sufre para encontrar un técnico que aguante algo más de unos meses en Riazor. La solución a ambos dilemas podría parecer simple, pero no lo es tanto. Por lo explicado anteriormente, a un sector de la afición herculina le sentó muy mal que Djukic abandonase el Deportivo para jugar en el Valencia. Y el propio Miroslav, ¿qué opina? Él mismo respondió hace solo unos días. “Es una plaza muy apetecible para todos. También para mí, que viví tantos años maravillosos en A Coruña, fueron unas épocas inolvidables. A Coruña y el Deportivo siempre ocuparán un lugar importante en mi corazón. Mi hijo nació allí, mi familia tiene un gran recuerdo, tengo muchos amigos allí. Es un club y una ciudad con la que me identifico mucho. No descarto entrenarlo algún día”.