El Deportivo sumó su tercer encuentro sin ganar al no ser capaz de superar al Lugo, en parte, porque Fernando Vázquez restó en lugar de sumar por primera vez desde su regreso a Riazor. El técnico no supo meter la marcha que sus jugadores le pedían sobre el césped y tensó tanto la cuerda que casi le cuesta la derrota.
Lo quiso hacer todo rápido al final. Correr antes de andar. Como arrepintiéndose de la decisión tomada con anterioridad, pero ya era tarde. Tocó rectificar, en el terreno de juego con la entrada de Uche y luego en la sala de prensa con unas palabras que lo honran: «No estuve acertado». Al menos le quedó el consuelo de no haber perdido el partido. Que, visto lo visto, probablemente fuese la línea roja establecida.
Se le presentó al Dépor un doble reto gigantesco: tener que llevar el peso del encuentro justo en la primera ausencia de Gaku en casi dos meses. El sistema de cinco defensas hace tiempo que es un bálsamo para el equipo. No sólo para defender, sino para sacar también el balón de forma cómoda. Faltó velocidad en la circulación por un centro del campo improvisado, pero lo cierto es que sí había sensación de que los blanquiazules estaban cocinando algo.
Error por omisión
Ese crescendo gripó cuando fallaron las fuerzas y los protagonistas no encontraron oxígeno en el banquillo. El esfuerzo de querer mandar, lo que obligaba a robar más rápido y arriba de lo habitual, pasó factura y jugadores como Vicente, Bóveda o Çolak, otra vez apareciendo con cuentagotas, pedían a gritos un cambio que no llegó.
El miedo seguramente fue lo que hizo dudar a Fernando Vázquez. Ese temor que provoca tener algo que perder y que a todos nos hace más conservadores. Las expectativas y la siempre escasa memoria del fútbol han pasado a jugar en su contra porque todo lo que no sea ganar sabe ya a poco. Y el de Castrofeito, que, como bien se encarga de recordar siempre, es entrenador y no mago, sabe que es algo con lo que tendrá que convivir lo que queda de curso.